Cualquier cosa que el ser humano conquiste es porque Dios lo permite. El Altísimo es quien proporciona el aire, la salud y las oportunidades para que tengamos prosperidad.
Los que dan sus primicias con delidad tienen plena conciencia de eso, por lo tanto, devuelven los diezmos a Dios como señal de fe, honra y confianza en Su Palabra, porque tiene certeza de que el Altísimo no le dejará faltar nada. Un ejemplo de esa fe está relatado en la Biblia, en la extracción del aceite. En épocas antiguas la prensa de las aceitunas rendían hasta 4 tipos de aceites:
El primero, era el más puro y valioso y no podía ser vendido para consumo. Era separado para Dios y usado en el Templo.
La segunda y tercera extracción, eran usadas para consumo y venta.
La cuarta extracción arrojaba un aceite de calidad inferior, que era más barato y se vendía a los pobres; se usaba como combustible o para hacer jabones. Todo lo que era mejor, el pueblo de Israel lo ofrecía a Dios, separando los primeros frutos y llevándolos al Templo. Era una verdadera expresión de confianza, pues los primeros aceites tenían mayor valor. El pueblo confiaba en Dios, al punto de darle lo que podía tener mayor retorno financiero de su trabajo.
“Era una persona depresiva, perdía el control de todo, sufría mucho por causa de una infidelidad. Económicamente estaba viviendo en la miseria, no podía avanzar, me sentía desmotivada, creía que nunca lograría conquistar algo por mi misma.
Participando en las reuniones en la Iglesia Universal, fui liberada de todos los males. Aprendí que debo ser el a Dios y poniéndolo en práctica mi vida económica cambió.
Actualmente tengo mi propio negocio, conquisté dos casas y algunos carros. ¡Dios es el!”
••• Sra. Margarita Melchor