¿Duele vender algo que se ha creado con esfuerzo? Un proyecto culminado y sostenible es como los hijos: llega un momento que deben independizarse y tomar nuevos caminos para poder crecer y mejorar. Si lo vendes y compruebas que con el tiempo éste mejora y la gente con la que trabajaste codo a codo progresa, es una tristeza alegre. Duele cuando lo vendes y compruebas cómo quien lo adquiere se dedica a borrar el pasado y eliminar todo rastro sobre los fundadores, propietarios y gestores sin ninguna racionalidad.
Esto por desgracia sucede más de lo normal. Es triste pero es así. Lo lógico sería preservar lo bueno, cambiar lo malo y respetar y apoyarse en la historia, pues son las raíces, el origen del negocio, pero, ya se sabe, los egos, envidias y otras circunstancias poco agradables suelen influir más de la cuenta. Sucede que, a veces, no llegas a ser capaz de reconocer lo que creaste.