Nosotros, los latinos, somos conocidos mundialmente como gente de muchas fiestas.
Tenemos celebraciones individuales de cumpleaños, tés, nacimientos y casa nueva; boda; noviazgo; e incluso fechas colectivas, como la Pascua, Navidad, Día de las Madres, Día de los Padres, Día de los Enamorados, Día de la Mujer, Día del Amigo, Día del Abuelo, Día de la Independencia, Día de los Maestros, Día del Trabajo, Día del Médico etc.
Vean, son fechas y más fechas, y como si no fuese demasiado, aún otros motivos pueden convertirse en fiesta, como el equipo del corazón cuando gana el campeonato, alcanzar un lugar en el trabajo, pasar en el vestibular…
Gastamos tiempo, dinero y energía conmemorando muchas cosas, ¿no es verdad?
Nos esforzamos y nos quedamos sin dormir y sin comer adecuadamente para preparar los detalles de una conmemoración, porque aunque sea algo sencillo, todo cuesta trabajo.
Hasta un simple asado con amigos involucra planificación, esfuerzo y dinero.
Creemos que todos los motivos son justos para las divertidas conmemoraciones, y algunas veces nos endeudamos y hacemos lo que no podíamos hacer para agradar a unos pocos.
Estaba pensando y comparando nuestros motivos de conmemoración con los del Altísimo. ¿Qué es lo Él conmemora y qué realmente Le da alegría?
Descubrí que Él es capaz de hacer un gran evento en el Cielo, de proporciones inimaginables para nosotros, por un asesino, una prostituta, un violador, alguien que se desvió ¡que LO encuentra y se arrepiente!
Su compasión por aquellos que están perdidos es tan grande, que cuando ellos se convierten, los Cielos festejan alegremente.
El Propio Dios cuida de los preparativos. Más allá de eso, toma en los brazos la oveja perdida y cariñosamente la pone sobre Sus hombros, lleno de gozo.
Él incluso invita a Sus amigos: “Gozaos conmigo, porque he encontrado a mi oveja que se había perdido”. Lc 15:5-6
Claro, es imposible que personas carnales tengan sensibilidad a ese punto, pero los que nacieron de Dios descubren Sus objetivos en este mundo y pasan a vivir de forma que contribuya con Él.
Los que realmente son hijos sueñan el sueño de Su Padre, trabajan para realizarlo y, cuando acontece, ellos se gozan y festejan aquí, como se festeja en el Cielo.
Mientras la sociedad festeja y da regalos a los amigos y bien nacidos, y muchas veces es incapaz de moverse en dirección a los excluidos – pues, ¿quién daría una fiesta a esa “gente”? , el Cielo se entristece en silencio con las almas que siguen perdidas rumbo a la prisión eterna.
Tener el Espíritu de Dios no es simplemente vivir lleno de dones para sí, sino sobre todo significa, no estar de acuerdo con los mismos valores, actitudes e intereses de este mundo.
¿Usted quiere celebrar como Dios?
Para ello, necesitamos poner manos a la obra. ¿Está dispuesta(o)?