Tener mentalidad de excelencia significa decidir ser el mejor y hacer lo que es necesario para honrar esa decisión.
O sea que la excelencia es algo intencional. No nace con usted, pero tampoco es algo que está fuera de su alcance. Usted puede optar por ella o no – la elección es suya.
Porque lograr ser el mejor no es cuestión de suerte, sino que es una conquista adquirida de forma intencional, a través de la inversión.
Si usted realmente está decidido a ser el mejor, su nueva mentalidad excelente comenzará a producir pensamientos como “yo puedo”, “todo lo que haga saldrá bien” y “hoy debo ser mejor que ayer”. Entonces, usted desarrollará todas las características necesarias para que Dios pueda usarlo para cosas grandes. Usted será:
- fiel
- honesto
- detallista
- enfocado
- determinado
- positivo
- entusiasta
- creativo
- buen oyente
- digno de confianza
- perseverante
- humilde
Así como los pensamientos excelentes darán origen a esas cualidades excelentes, a partir de ellas surgirán las acciones excelentes. Usted será capaz de:
- tomar la iniciativa
- tener visión amplia
- termina lo que comenzó
- hacer más de lo que le es pedido
- buscar perfeccionarse y actualizarse
- no desperdiciar su tiempo
- aprender con otras personas excelentes
- prevenir situaciones de conflicto
- respetar a su semejante
- usar el mejor material que esté a su alcance
- planificar antes de hacer
- saber expresarse, verbalmente y por escrito, con claridad y vocabulario adecuado.
Vemos claramente esas cualidades y actitudes en los héroes de la fe. José fue uno de ellos. Incluso siendo esclavo, prosperó en la casa de su señor Potifar, que todo confió en sus manos (Génesis 39:1-6). El espíritu excelente de José lo hizo alcanzar resultados más allá de las expectativas que tenían en relación a su condición, y eso transmitía paz, seguridad y confianza a Potifar. José mostró que es posible ser excelente en situaciones completamente desfavorables.
Otro gran ejemplo fue Daniel y sus amigos. Ellos estudiaron y aprendieron sobre la cultura y la literatura, considerada idólatra, e, incluso así, permanecieron fieles a Dios, manteniendo su integridad moral y espiritual. Al final, sabían que, si estaban dispuestos a asumir un puesto de autoridad, necesitaban prepararse. Entonces, Dios pudo usarlos para revelarse al pueblo babilónico, a tal punto que el rey reconoció que eran diez veces mejores que los magos y astrólogos de Babilonia (Daniel 1:20). Los cuatro amigos probaron que solo se vuelve excelente quien tiene una mente abierta, y no se limita a las cuestiones religiosas. Por lo contrario, se perfecciona si es necesario, para que Dios pueda usarlo más.
Esos son tan solo algunos ejemplos de hombres excelentes mencionados en la Biblia. A través de ellos, notamos que ser excelente, por encima de todo, es hacer para Dios. Esos hombres hicieron lo que hicieron porque tenían la conciencia de que debían presentar lo que es digno de elogio, no con la intención de recibirlo, sino de transferirlo como gloria a Dios. Las mentes se vuelven excelentes cuando hacen todo para Dios (1 Corintios 10:31), con la conciencia de que Él nunca aceptará una ofrenda defectuosa (Levítico 22:20).
La excelencia comienza en la mente, pasa a las manos, transforma el ambiente y es ofrendada a Dios.