Todos tienen un tipo de espíritu, esto es, su forma de ser, llevando esto para el área económica de la persona, muchos tienen un espíritu acomodado con la situación y otros, indignado con la misma. Veamos a continuación qué perjuicio o qué beneficio hay en su vida a causa de su forma de ser:
1º Tipo de Espíritu: Los que se acomodan –
Son aquellos que incluso tienen expectativas en el área financiera, pero no toman ninguna actitud para cambiar aquella situación.
Hay muchas personas que tienen fe, pero, están acomodadas. A veces oran para que se les abra una puerta, pero se quedan esperando que las cosas “caigan del cielo” Se apoyan en excusas como la crisis, la situación del mundo; pero la realidad, es que están conformados con la vida que llevan, por eso, viven de lo que hay y no de lo que quieren, es decir, no tienen libertad financiera.
Si usted desea una transformación, un acontecimiento sobrenatural en su vida, ¡no sea acomodado!
2º Tipo de Espíritu: Los que se indignan – El espíritu de indignación vuelve a una persona poderosa, luchadora, de objetivos claros, que no acepta la situación de escasez.
La fe y la mentalidad de una persona indignada es fuerte, por eso, no consigue quedarse apático delante del escenario en el que vive, porque es un indignado.
El indignado no espera por los demás, él asume su fe y hace lo que es necesario para cambiar su historia, pues es consciente de que Dios lo bendecirá en todo lo que emprenda.
¡Cuando el espíritu cambia, todo a su alrededor también sobrenatural acontece!
Me sentía fracasado
El espíritu de acomodación que antes me dominaba, me llevaba a pensar que no podía cambiar de vida.
Vivía en la miseria total a causa de los vicios como: alcohol, droga, juegos de azar, vivía en la calle y todo lo que tenía era un cartón para dormir.
No tenía ningún tipo de perspectiva, estaba acomodado en esa miseria física y mental. Me diagnosticaron principio de cirrosis, no me daban muchas esperanzas. Entonces decidí hacer un desafío con Dios. Pasé a luchar e hice un pacto con Él.
Fui curado de la cirrosis y liberado de los vicios. Recibí el Espíritu Santo, Quien me trajo paz y alegría. Comencé a trabajar como cortador de hilachas, por mi buen desempeño ascendí a supervisor, ganaba un mejor salario, pero Dios me dio una idea. Renuncié a mi trabajo y coloqué mi propio taller de confecciones. Hoy, gracias a mi pacto con Dios soy feliz en todas las áreas de mi vida.
•• Sr. Vicente Sánchez