“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” Juan 14: 21
El que ama a Dios, guarda Su Palabra, la obedece y practica. Por ejemplo: si ésta dice que se debe perdonar a los enemigos, uno perdona, sin guardar ningún tipo de rencor; si dice que debe bautizarse o dar el diezmo, uno lo hace.
“Le dijo Judas no el Iscariote: Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” Juan 14: 22-23
Aquel que recibe la Palabra de Dios y toma la decisión de obedecerla se tornará morada del Espíritu Santo.
“El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” Juan 14: 24-26
Si hay algo que usted debe guardar, es la Palabra de Dios, muchos, dan importancia a practicar doctrinas, cuando en realidad lo único que puede cambiar a una persona es la Palabra de Dios, es a través de ella que la persona se da cuenta de los errores que cometió o aún comete, entendiendo que debe cambiar, y debido a esa disposición, Dios la ayuda, transformándola en una nueva criatura.
Obedecer la Palabra de Dios es el secreto de la bendición, aunque parezca difícil, si lo hace de todo su corazón, la bendición es segura.
Recuerde, usted cosechará lo que siembre, si siembra obediencia a la Palabra de Dios, cosechará sus bendiciones. Por eso, siembre el bien, incluso, cuide las palabras que salen de su boca, porque esas palabras son una semilla que causará un efecto en los demás.
“Siempre tuve la amarga sensación de sentirme vacío”.
Viví quince años en la oscuridad del mundo de las drogas y el alcohol.
Me sentía vacío y buscando llenar aquel hueco, caí en los vicios. Cuando me hice de compromiso intenté esconder las adicciones que tenía a mi esposa, hasta que no pude más, ella, al darse cuenta quiso abandonarme, la detuve y le prometí que cambiaría, pero, aun queriendo, no tenía fuerzas para ese propósito. Con el tiempo, fui descuidando mis obligaciones en el hogar, actuaba con irresponsabilidad, me gastaba el dinero y me involucré en robos, por lo que fui detenido.
Esa experiencia me sumergió más en los vicios; aún teniendo una familia que me amaba, me sentía sólo, vacío y deseaba morir. Sentía que algo me faltaba, pero no sabía qué. El peor momento que pasé fue el hecho de no poder escapar de esa situación, me sentía frustrado, sin dirección, sin fuerza, sin ningún tipo de actitud, quería luchar y ser alguien en la vida, pero no lo conseguía.
En esos momentos le dije a mi esposa, quien ya asistía a la Iglesia Universal, que me llevara porque no soportaba esa vida y quería cambiar.
Desde el primer día en que fui a la reunión tuve fuerzas para luchar por un cambio, decidí obedecer la Palabra de Dios, eso me dio la fortaleza para abandonar los vicios, luché por mi situación económica y prosperé, retomé mis estudios, me gradué en la universidad, pero más allá de todo eso, me bauticé y le entregué toda mi vida a Dios.
Esa acción me dio mi mayor tesoro, el Espíritu Santo, Él me proporcionó paz y alegría. Hoy no necesito de ninguna bebida o droga para ser feliz, el Espíritu Santo es suficiente.
•• Sr. Pedro Verdezoto