Si la gente retrocediera, se detuviera a respirar y pensar antes de hablar, se podrían salvar muchas relaciones.
Las palabras pueden herir, las acciones de las personas pueden lastimar aún más. Cuando uno está herido, nuestro primer instinto es devolver el ataque. Especialmente cuando estamos en una relación sentimental, porque esa persona es la más cercana a nosotros en ese momento y pensamos que todo lo que hace es un ataque personal. Pero lo que muchos no ven es qué, en lugar de luchar contra la persona, deben luchar juntos para vencer el problema.
Si se retrocediera, se detuviera a respirar y pensar antes de hablar, se podrían salvar muchas relaciones. El problema es que las personas, hoy en día, se dan por vencidas muy fácilmente y optan por la salida más fácil, -dejar la relación-. Muchos arman que es porque «se están poniendo a sí mismos en primer lugar», pero en realidad es porque se dieron por vencidos. El verdadero enemigo no es la otra persona, sino el problema que está frente a usted.
Como humanos, tenemos la tendencia a ser egoístas y pensamos en lo que queremos y necesitamos, pero no nos damos cuenta de que, frente a nosotros, también hay otro ser humano con sentimientos y pensamientos propios. Si queremos ser buenos compañeros, padres, hijos, amigos, etc., entonces debemos ser capaces de tragarnos nuestro orgullo, elegir el amor, la misericordia, y comenzar a comprender a la otra persona que está frente a nosotros.
No creía que iba a lograr ser feliz en mi vida sentimental
Toda mi vida estaba destruida, en especial mi vida sentimental. No sabía qué hacer con tantos problemas, por eso, llegué a pensar que la muerte era la única solución a todo ese sufrimiento.
Era tanto el odio y resentimiento que cargaba dentro de mí, lo que me empujó a buscar de brujos y, a depender del horóscopo para todas mis decisiones.
Así me encontraba cuando vi un programa de televisión de la Iglesia, entonces decidí tomar la decisión de participar en las reuniones de la Terapia del Amor. Perseverando en la fe fue como logré ver los resultados positivos.
Hoy mi vida está transformada, Dios ha restaurado mi matrimonio, me ha liberado del odio y el resentimiento que cargaba, también mi esposo fue liberado de todos los vicios.
Lo mejor sucedió en el momento que comprendí que el secreto de la verdadera felicidad es tener el Espíritu Santo y fue cuando decidí buscarlo; recibí la presencia de Dios en mi vida, la misma que me dio paz, alegría, amor y la fuerza para poder seguir luchando por todos mis sueños.