Hay momentos de nuestra vida en los que esa famosa y horrible pregunta viene a nuestra mente: “¿Quién soy yo?”
El proceso de descubrimiento es algo constante ya sea por una manía o idea nueva que surge de la nada, o algo simple como saber cuál es nuestro color favorito en aquel mes (porque, sinceramente, cambia todos los meses).
Pero, ¿y cuando yo no tengo idea de lo que soy en esta enorme galaxia? ¿Y cuando sólo hay inseguridad y los complejos son los que definen quién soy yo?
Dentro de casa, nadie la llama; en la escuela usted finge que le gustan las ” falsas amigas ” solamente para no quedarse sola y el Instagram solo le muestra gente aparentemente “top” que no le ayuda en nada con su imagen corporal. Son tantas cosas dentro de usted que se terminan transformando en carencia -la famosa comparación, celos, timidez- y traen incluso pensamientos de cortarse o cometer suicidio. (Después de todo, nadie lo va a percibir ya que no existe hace mucho tiempo).
Nos terminamos considerando como una basura tirada en la calle.
¿Por qué sucede eso? Porque no reconocemos a Dios en muestra vida, el amor que Él tiene por nosotras. Básicamente, estamos despreciando lo que Él hizo por nosotros.
Entonces, viviremos inseguras aunque nuestros ojos sean abiertos para ver que, cuando nos menospreciamos, invalidamos el sacrificio que Dios hizo por nosotros. Y, ¿qué es lo que la inseguridad demuestra en realidad? ¡Ausencia de fe! Es ella, la fe, que nos lleva a creer que Él nos guiará delante de todo lo que hagamos y que siempre seremos mejores cuando seamos moldeadas por Él.
En este caso, usted tiene tres opciones:
– Escuchar lo que las personas piensan de usted y seguir igual.
– Seguir escuchando las ideas erradas que quedarán dentro suyo y seguir igual.
– Encontrarse, reconocer el Amor de Él y amarse.
Entonces, ¿qué es lo que va a hacer?
Colaboró: Isabella Barbosa.