“Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.” (Salmos 46.1)
La persona que se entrega en el Altar y pasa a vivir en obediencia a la Palabra de Dios enfrenta, como todos los hijos de Dios, el desierto, o sea, la tribulación. Pero tras pasar por la prueba y ser aprobada, entonces disfruta del socorro y libramiento Divino.