Es imposible recibir algo, sin antes dar, es una ley de vida, por eso, recibir el Espíritu Santo es una cuestión de renuncia a todo aquello que desagrada a Dios, incluyendo lo que hay en el interior de cada uno.
Mientras más a la persona le cueste entregarse por completo a Dios, más tiempo vivirá con la vida atada, sin la realización personal, profesional, afectiva, ni espiritual.
Una transformación de vida requiere de sacrificios, abandonando la vieja vida para poder recibir una nueva, es decir, se debe sacar la vida de altares profanos y colocarla en el altar de Dios, dispuesto a servir exclusivamente a Él.
Aquellos que le entregan su vida entera a Dios, estarán en la misma posición de Elías, de hacer un desafío y obtener la respuesta con el fuego de Dios, que será algo extraordinario. “Y sucedió que a la hora de ofrecerse el sacrificio de la tarde, el profeta Elías se acercó y dijo: Oh Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu siervo y que he hecho todas estas cosas por palabra tuya. Respóndeme, oh Señor, respóndeme, para que este pueblo sepa que tú, oh Señor, eres Dios, y que has hecho volver sus corazones. Entonces cayó el fuego del Señor”. 1 Reyes 18: 36-38
Pensé en el suicidio como única salida a los problemas .
Mi esposo me agredía física y verbalmente. No teníamos casa, vivíamos en un galpón, dormíamos en el piso y la pared eran dos armarios viejos. Nos trataban como mendigos y nos excluían.
Me detectaron cinco tumores en el útero y problemas en el colon. A mi esposo le diagnosticaron un soplo en el corazón, se hinchaba y por más que hicimos tratamientos no veíamos una mejoría. Buscamos ayuda en los brujos, pero no hubo solución. Me endeudé en el banco para los gastos de las enfermedades, la que después no conseguía pagar. No teníamos que comer, entonces pensé en el suicidio. Me subí en un carro viejo que tenía y me choqué a propósito, el carro se destruyó, pero no morí, también intenté lanzarme debajo de un auto, pero fue otro intento fallido.
Vi el programa de la Iglesia Universal y decidí ir. El pastor habló de la Campaña de Israel y como yo no tenía nada que perder, hice un desafío con Dios y en aquella misma hora la hemorragia que tenía paró. Esto fue una señal para mi esposo y para mí. Nos entregamos por completo a Dios, nos bautizamos, fuimos curados, dejamos la mentira, errores, malas palabras y Él hizo el resto, Él me dio su Espíritu, así experimenté por primera vez la paz verdadera y una fuerza interior que me llevó a pensar que Dios estaba conmigo. Junto a mi esposo a través de la fe, conquistamos nuestra casa, negocio y hoy gracias a Dios tenemos todo.
•• María Espín y Nelsón