Nadie puede probar la existencia de algo o de alguien sin que haya una evidencia o una señal. Por eso, Dios siempre dejó evidencias y usó señales para que Su existencia fuese indiscutible para el ser humano. Al final, contra hechos no hay argumentos. Las obras del Altísimo son tan notables que no hay cómo cuestionarlas o considerarlas falsas. Y es exactamente así que deben ser también nuestras obras.
Cuando Dios creó el cielo, la Tierra, los astros, la naturaleza, las especies de animales, colocó en destaque las obras que no habían tenido participación humana, justamente para que el hombre reconociese que había un Ser Superior a él en el Universo. La Creación en sí es la evidencia más obvia de que Dios existe y es el Todopoderoso.
Pero esa no es la única prueba de eso. Dios también se preocupa por probar que es real a través de la fe sacrificial manifestada por el ser humano. Sí, Él creó esa fe, que hizo posible la apertura del Mar Rojo, la sentencia de las diez plagas en Egipto, el descenso de fuego del cielo y tantos otros acontecimientos sobrenaturales. La Grandeza de Dios es revelada a las demás personas a través de la práctica de esa fe verdadera, que se resume en sacrificio.
Además de eso, los milagros realizados por el Señor Jesús y por todos aquellos que creen en Él son otros hechos que exceden la teoría y los registros. Se tornaron y se tornan visibles, audibles y palpables para todos. Curas, liberaciones, resurrección de muertos y la propia resurrección de Jesús hablaron y continúan hablando mucho más que cualquier palabra acerca de la existencia y de la fidelidad del Dios Supremo. Sin contar con el descenso del Espíritu Santo, que es manifiesta con frutos y dones.
Si Él nos dejó tantas señales de Su existencia, fidelidad, y del cumplimiento de Su Palabra, también es necesario que hagamos lo mismo. Debemos probar la existencia de la alianza que tenemos con Él a través de hechos, ¡no con palabras vacías!
Tras el casamiento, una alianza es colocada en el dedo del hombre y de la mujer. Es una señal de la entrega mutua: dondequiera que ambos estén, ellos recuerdan que tienen un compromiso el uno con el otro, y las demás personas también comprenden eso al ver esa señal en la mano izquierda. Con Dios es lo mismo. Debe haber alguna señal que pruebe la existencia de la alianza entre una persona y Dios. El diezmo ilustra bien esa señal. El hecho de devolverle las primicias a Dios es la señal de la fidelidad de alguien para con Él, y las bendiciones derramadas son las señales de que el Altísimo es fiel para con esa persona también. El carácter, la conducta, el comportamiento, las elecciones hechas por un ser humano, también son señales que prueban la existencia de un compromiso con Dios o la falta de él.
Así como las Obras de Dios son indiscutibles en relación a nosotros, nuestras obras también deben ser indiscutibles en relación a Él: todos deben comprobar con sus ojos, oídos y tacto que pertenecemos a Dios, que tenemos un voto de fidelidad con Él. Pero, si en su vida no hay señales de un compromiso con Dios, entonces ese compromiso no existe. Sin hechos, es cuestionable, inválido, dudoso, irreal.