Quienes quieren una nueva vida, tienen que sacrificar la vida antigua. ¡Es una locura hacer siempre lo mismo y querer resultados diferentes!
Es cierto que todo ser humano quiere una vida con calidad, cualquiera sueña con alcanzar sus objetivos ya sean familiares, profesionales o personales. Pero entre el querer y el hacer es necesario el sacrificio.
Esa es la diferencia que existe entre los que alcanzan la realización de sus sueños y una vida de calidad, y quienes se quedan deseándola por no querer pagar el precio… Esos piensan que el sacrificio es una opción, cuando, en realidad es necesario para cualquier conquista.
Necesariamente, el nacido del Espíritu, es diferente.
Si una persona afirma ser hijo de Dios, pero su comportamiento no es diferente de las otras personas en este mundo, se engaña a sí misma.
El nacido del Espíritu lleva la propia imagen del Dios Todopoderoso, es decir, su carácter.
La única manera de que el mundo vea y conozca a ese Dios invisible, es a través de sus verdaderos hijos.
Es como dijo Jesús: “quién me ve a Mi, ve al Padre.” Él mismo promete mostrar HOY esa diferencia, como lo hizo en el pasado con los demás fieles. Eso tiene que suceder inmediatamente después de la entrega total hacia Él.
No es que a partir del momento de la entrega total, súbitamente, el fiel se tornará millonario económicamente. No es eso. Incluso porque en la relación con Dios primero viene la riqueza espiritual y después las conquistas materiales.
Por lo tanto, como la diferencia en la calidad de vida es para mostrar a los impíos que el Dios de Abraham es el Mismo HOY y opera maravillas como en el pasado, ¡entonces la diferencia de vida de los que creen en Él tiene que ser ahora!
En el Cielo, no hay ni es necesaria la diferencia, pero aquí en la Tierra, sí. Es aquí que están los injustos y los perversos.
Además de eso, si Él no negó sacrificar a Su Único Hijo, en ese entonces, para salvarnos, ¿cómo negaría la calidad de vida para los que Le han dedicado sus vidas?