Plenitud de paz, alegría, felicidad y placer; plenitud de alimentos, energía y fuerzas; plenitud de salud, amor y vida. Eso es lo que le espera con tan solo poner en práctica una cosa tan elemental, pero tan importante. Una de las mayores revelaciones dadas al hombre es que Dios desea ser su socio. Necesita del hombre para darle la oportunidad de participar de Sus bendiciones y ayudarle a trasmitir a todas las personas Su Palabra. Cuando Dios creó al hombre lo hizo a Su imagen y semejanza con el fin de que él mantuviese su comunión; como con Jacob, así quiere hacer con nosotros.
Las bases de nuestra sociedad con Dios son las siguientes: Lo que nos pertenece (nuestra vida, nuestra fuerza, nuestro dinero) pasa a pertenecer a Dios; lo que es Suyo (las bendiciones, la paz, la felicidad, la alegría y todo lo bueno) pasa a pertenecernos. Pasamos a ser partícipes de todo lo que es de Dios. La Biblia dice que somos coherederos de Cristo y herederos de Dios:
“Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios”. (Gálatas 4:7)
Una de las cosas que más impresiona es el interés de Dios por el ser humano. En toda la Biblia encontramos invitaciones de Dios para el hombre, deseando mantener Su comunión con éste, para hacerlo feliz. Dios ha determinado Su Bendición para todos los que Lo invocan en espíritu y en verdad. Cuando somos Sus aliados, quedamos comprometidos con Él, y Él con nosotros. Pertenecemos el uno al otro y caminamos juntos, de la misma manera como Dios actuaba con Adán y Eva antes de que desobedecieran, dándoles abundancia de vida y en comunión diaria con ellos.