Es muy común que las personas lloren, se lamenten y se desahoguen con Dios por causa de una vida sufrida. Y en algunos casos las mismas incluso hasta dejan de hacerlo porque piensa que la culpa de ese sufrimiento, destrucción y esclavitud, está en Dios. Consecuentemente, también se llenan de interrogantes, tales como: “¿Dónde está Dios cuando lo necesito? ¿Por qué Él no atiende mis suplicas? O la pregunta más común: ¿Será que Dios realmente existe?”
Dios mediante Su Palabra en el libro de Salmos capítulo 81 versículo 13 al 14 nos da a conocer la respuesta por la cual Él queda imposibilitado de derrotar a nuestros enemigos
“¡Oh, si mi pueblo me oyera, si Israel anduviera en mis caminos! En un momento yo subyugaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios.”
Israel permaneció aproximadamente 430 años en la esclavitud porque ellos estaban pendientes en el oro, conquistas y cosas seculares que no agradaban a Dios.
Ellos fueron libres de aquella esclavitud cuando uno de ellos sugirió que debían volver al primer amor, es decir, volver a las primeras obras que hacían antes de desviarse; ellos comenzaron a orar, clamar a Dios y así Él pudo liberarlos. Ellos dieron la espalda para el mundo y se pusieron de frente para Dios y así pudieron vencer a todos sus enemigos.
Lo mismo sucede hoy en día muchas son las personas que escogieron desobedecer dando la espalda para Dios y caminando en la dirección equivocada, automáticamente ellos decidieron contrariar la voluntad de Dios y vivir en la injusticia de este mundo.
Dios nos dio el derecho de elección. Él nos muestra el camino de la vida y de la muerte. El de la vida es el camino de la justicia, el de la muerte es el camino de la injusticia. ¡Somos nosotros quienes decidimos el camino! Y cuando hablamos de justicia, nos referimos a la fe práctica, sin religiosidad, pues es ella, la que nos puede justificar, hacernos justos a los ojos del Altísimo.
Y es interesante que, de la misma forma que Él nos exige justicia, ¡nos otorga la fe capaz de hacernos justos!
Cuando estamos cerca de Dios, estamos en contacto con Él, podemos oír su voz y no la voz del mal.