"Si el reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede perdurar.” (San Marcos 3:25)
Al leer éste versículo usted puede entender muchas cosas y primordialmente darse cuenta que el mayor problema que padecen las personas es el estar “divididas”, inseguras de lo que quieren en la vida.
Las personas creen que sus mayores enemigos son: la míseria, los problemas sentimentales o la falta de oportunidades, pero en realidad su gran enemigo se llama “duda”.
Si la fe es la certeza de lo que se espera, la duda – a la inversa – es la incertidumbre de lo que se aspira (desea) en esta vida.
Un claro ejemplo, es ver el número de jóvenes preguntándose qué carrera estudiar en la universidad, ellos saben que deben estudiar, conocen las carreras, saben la demanda en el mercado laboral por cada una de ellas, pero aún así se preguntan si la carrera que van a estudiar es la correcta.
La “madre” de todos los problemas se llama: duda.
Cuando las personas dudan, deciden mal, y ¿por qué? porque no saben qué camino es el correcto, y sin darse cuenta pierden más de lo que piensan a causa de la duda.
Jesús afirmó: “Mi justo vivirá por la fe” (Hebreos 10:38), y si la fe nos lleva a vivir, la duda nos lleva a morir.
Las personas que dudan viven dando vueltas porque las dudas no le permiten avanzar y conquistar lo que anhelan.
Cuando usted viene a la Iglesia, ve testimonios maravillosos que certifican el poder de Dios, pero el diablo viene a sus oídos y sopla: “¿será qué esto es verdad?”
El diablo hace que la persona crea más en los problemas que en Dios y sin darse cuenta ella comienza a abarcar más pensamientos negativos que positivos.
Conseguir cumplir lo que Dios promete es sólo una cuestión de inteligencia.
Si alguien pone un negocio y éste no próspera, ella comienza a dudar y a dividir su fuerza, ya que hay un lado de ella que desea continuar luchando en el negocio y la otra parte que quiere que desista.
Dios no trabaja (actúa) con personas indefinidas.
Las personas que llegaron a Jesús a pedir un milagro de sanidad y fueron curadas, fue porque ellas llegaron a pedir el milagro convencidas de que lo recibirían, nunca dudaron, su fe no se los permitió.
Jesús preguntó al ciego del camino ¿qué quieres que haga por ti? (Marcos 10:46-52)
– Y él respondió “yo quiero volver a ver”, él fue claro con lo que quería, no dudó.
Las cosas con Dios funcionan cuando hay fe y una obediencia total a Su Palabra.
Dentro de la Iglesia hay una gran cantidad de personas que además de estar divididas no obedecen la Palabra de Dios y aún así se quejan y se preguntan por qué no son bendecidas.
Las decepciones amorosas, la falta de empleo son algunas cosas que dividen a las personas, pero algo que no debe faltarle o dividirla es la Fe.
La obediencia no es una opción, es el camino que nos conduce a las bendiciones divinas.
Mientras usted esté peleando con Dios, dividido, dudoso sin saber qué hacer, sin darse cuenta se va a encontrar en un encrucijada en lo que usted quiere y lo qué Dios quiere para usted. Y así nunca va a poder recibir nada, ya que está dudando, parado sin saber por dónde seguir.
En el libro de Santiago 1:7-8 dice: “No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor, siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos.”
Imagínese si usted no cree en las personas – por ejemplo en lo que el pastor le enseña – cómo va a poder creer en Dios, Alguien que no se ve y que seguimos sólo por la fe.
Dios le está enseñando que en su interior hay una herramienta poderosa que se mantiene obsoleta, por la falta de obediencia y la duda.
La fe demanda obediencia y la obediencia; confianza. Dios ni pide; Él manda.
Si usted quiere que Dios se manifieste en su vida, primero debe estar dispuesto a creer y obedecer.
Recuerde: Se acerca otro fin de año y su vida sigue de la misma manera, no ha conquistado nada y quizás tampoco a perdido mucho, pero no avanza.