Tengo treinta y nueve años y conozco la Universal hace veinte. Cuanto más la conozco, más me doy cuenta de que la cantidad de años no significa propiamentecalidad de vida ni comunión con Dios. Eso es maravilloso, pues da la posibilidad de que quien Lo acepta hoy consiga inmediatamente un milagro.
Con regocijo digo, trabajo en los servicios administrativos de la Iglesia hace diez años. Acompaño diariamente su desarrollo, en Portugal, en otros países de Europa y en África. Y he aprendido mucho…
Soy licenciado en Contabilidad y Administración, Post-Graduado en Impuestos, Maestro en Auditoría, tengo un Doctorado en Economía y, además, soy Profesor Universitario. No obstante, debo confesar, después de tantos años de estudios, que nunca aprendí tanto como en la Universal.
Dicen que tanto especialistas como curiosos, estamos en crisis. Las organizaciones hacen de todo para mantenerse vivas. Los peritos en recursos humanos hacen de todo para conseguir los mejores empleados, los más capaces, los más profesionales, pero, aun así, todos los días las empresas cierran las puertas.
Me pregunto a mí mismo qué ha fallado. ¿No se contratan a los mejores? ¿Cuál es la razón del fracaso?
Ejercer funciones administrativas en la Universal me lleva a visitar otros países. Sea donde sea que vaya, el escenario es el mismo. La fuerza de sus recursos humanos es la misma, me refiero a los obispos y pastores.
Hay "algo" en ellos que los empleados de las empresas en general no tienen. Por eso las empresas quedan en apuros. Un pastor no conoce límites. El pastor no tiene horarios ni se escuda en un contrato de trabajo. El pastor no se avergüenza de no saber hablar un nuevo idioma. El pastor aplica todas sus fuerzas tanto para hacer una reunión para cinco personas como para predicar en una concentración de millares.
Para quien no lo sabe, hay pastores que no estudiaron lo suficiente para saber leer y escribir correctamente. Es verdad, pero aun así aprendo con ellos y no me avergüenzo de decirlo. Dudo que alguna empresa multinacional los contratara para ir a abrir una filial en otro país. No obstante, cuando el viento sopla para eso, ahí van ellos, esposa en una mano y valija en la otra. Entonces, la Iglesia nace, crece y permanece. ¿Cuál es el empresario que haría tal cosa en una gran empresa, tomar a la esposa, la valija y partir, así de un día para el otro? Lo reafirmo, hay algo en estos hombres que no existe en los empleados de hoy en día.
Si las empresas descubrieran la fórmula para ponerles esta fuerza dentro de sus empleados, crearían guerreros en vez de empleados y forjarían espadas en vez de distribuir dividendos.
Y además, si los países descubrieran la fórmula para colocar esta fuerza dentro de sus gobernantes, las cosas serían muy diferentes.
Les dejo un desafío a las organizaciones que atraviesan por problemas en el mercado: hacer un ejercicio de benchmarking con la Iglesia Universal del Reino de Dios. A fin de cuentas, ella no para de crecer… y estamos en crisis. Solo puede ser sobrenatural.
César Ribeiro – Portugal