“Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.” Lucas 15:11-14
El hijo menor de este hombre abandonó su hogar, donde tenía de todo, comida, ropa, confort, en fin, no le faltaba nada, pero él tomó una decisión y se fue de la casa, con sus bienes, a vivir como mejor le pareció, tiempo después perdió todo; así viven en los días de hoy muchas personas, alejadas de Dios, deseando volver a tener comunión con Él, pero no tienen fuerzas.
La parábola del hijo pródigo ilustra dos tipos de hijos: el pródigo y su hermano.
– El pródigo: La palabra “pródigo” significa, desperdiciador. El hijo más joven en la parábola desperdició los bienes de su padre con todo lo que pedía su corazón.
Él desperdició todo lo que el Padre le daba: las enseñanzas, la Palabra, disciplina, el cuidado, Su presencia, la salvación, las bendiciones, Dios le hablaba, pero él no tomaba una decisión en relación a ello.
Así como el hijo pródigo salió de la casa y se fue a una tierra lejana, muchos acaban dejando la Casa del Padre (iglesia) y piensan que cuanto más lejos de ella y de las cosas de Dios estén, más libres y más felices serán.
– Hermano del hijo pródigo: Era el hijo mayor, que siempre permaneció con el padre, pero no perdonó al hermano por haber abandonado a la familia.
Este hijo representa a los que hacen (casi) todo correcto, cumplen sus obligaciones, obedecen en lo que son mandados, son fieles en sus responsabilidades, pero juzgan a los que hacen menos; guardan sentimientos contra los que aparentemente no reconocen sus esfuerzos.
Así muchos abandonan a Dios no porque pecaron, sino porque se quedaron mirando para la vida de otros, comparándose y juzgando lo que sucede con los demás.
Lo único correcto y verdadero ejemplo en esta historia del hijo pródigo, fue el Padre. Justo, paciente, no guardó resentimiento del hijo, entendió al otro, amó a los dos. Así también debemos ser: como el Padre.
Amigo lector, no espere que le suceda lo que al hijo pródigo, que lo perdió todo para sólo entonces reconocer que debía volver a la brazos del Padre.
Si usted necesita comunicarse con el obispo Ronaldo, para aclarar alguna duda que tenga o necesita una orientación, escríbale al correo electrónico: orientacion@universal.org.ec
Participe de una reunión especial este domingo por la mañana en la Concentración de Fe y Milagros, a las 9H, en la Av. de Las Américas 305, Norte de Guayaquil o en la Iglesia Universal más cercana a su hogar y reciba la misma oportunidad que tuvieron miles de personas, para poder cambiar el rumbo de sus vidas.