Cuando Dios creó al Hombre, fue a Su Imagen y Semejanza. Y cuando lo hizo, ¿cuál fue Su objetivo?
Ser la propia bendición. Era éste el objetivo de Dios para el Hombre, pues Él tenía autoridad sobre toda la Creación.
Mientras que el Hombre obedecía a Dios, continuaba siendo la propia bendición y Su Promesa era con él. Cuando obedecemos a la Palabra de Dios, tenemos acceso a Sus bendiciones. Pero cuando el Hombre desobedeció a Dios, Él desactivó la bendición y activó la maldición. Los demonios recibieron la autoridad del Hombre, no de Dios, para robar, matar y destruir. ¿Y qué hizo el Señor Jesús? Vino a este mundo para rescatar dicha autoridad, desactivando la maldición y activando la bendición, la Salvación.
Pero, si Dios vino a cancelar la maldición y activar la bendición, entonces, ¿por qué la mayoría de las personas están maldecidas? Porque mientras el Hombre Sacrificaba para Dios, era bendecido, pero cuando de hacerlo activó la maldición.
Quien tiene el poder sobre la muerta y la vida es cada uno de nosotros. Dios ya nos dio esa autoridad, Jesús ya vino y murió por nosotros para hacer con que tu y yo tengamos el derecho de Sacrificar y activar la bendición y desactivar la maldición o, al contrario, no Sacrificar, desactivar la bendición y activar la maldición. Pero, sólo el Sacrificio tiene el poder de activar la bendición y desactivar la maldición.