Volverse hijo de Dios está a un paso, es tomar la decisión de abandonar el pecado dejándolo de practicar, reconocer que sólo Dios puede salvarle y pasar a obedecer Su Palabra.
Existen muchas mentiras en el mundo, una de ellas y de las más grandes, es que todos son hijos de Dios, ¿usted ya escuchó eso? Seguramente sí, sin embargo, aunque todos somos criaturas de Él, quien lo desee, puede llegar a ser hijo de Dios, claro, primero la persona debe reconocer sus errores delante de Dios a través de un arrepentimiento sincero, para convertirse en Su hijo.
No hay pecado que no pueda ser perdonado, el Señor Jesús es tan maravilloso que perdona. Él acepta al pecador que se arrepiente y que abandona el pecado.
El hijo de Dios no nutre en su interior pensamientos malos, aunque estos vienen para todos, el hijo de Dios los desecha inmediatamente, sin embargo, quien aún no se volvió hijo de Dios los nutre dentro de sí y termina practicándolos.
Los hijos de Dios entienden que los malos pensamientos pueden llevarle a perder la salvación del alma si no los rechazan.
El hijo de Dios piensa como Él, es decir, en lo que pensamos nos convertimos, por lo tanto, quien desee ser hijo de Dios debe ir por un solo camino, y ese camino es el Señor Jesús.
“Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”. Juan 14:5-7
Muchos piensan en distintas cosas y formas para llegar a Dios, pero la verdad es que, sólo el Señor Jesús es el camino, la verdad y la vida, por ello, quien quiera llegar a Dios, únicamente lo logrará a través de Él.
El Señor Jesús prometió el Espíritu Santo, Quien está disponible no sólo para algunos, sino para todos aquellos que entienden la importancia de ello y anhelan ser morada de Él.
Todo en la vida pasa, pero la paz, la fe y la fuerza que Dios nos da, permanece.
A causa de un trabajo de brujería del que fui víctima todo estaba mal en mi vida. Me sentía triste, sin paz vacía, depresiva y me molestaba por todo.
Sufría con insomnio, dolor de cabeza y en la columna. Tenía un buen trabajo, pero el dinero no me alcanzaba. Mi familia era un caos, maltrataba a mis hijos, entre ellos no había una buena relación. La situación era cada vez más difícil y no sabía dónde encontrar una salida. Busqué ayuda en los brujos, pero todo empeoraba.
Conocí la Iglesia Universal por medio de la invitación de un familiar.
Desde el primer día en que participé en una reunión sentí alivio, pasé a frecuentar la Iglesia asiduamente; me bauticé en las aguas y comencé a buscar el Espíritu Santo, porque deseaba pertenecerle a Dios. Cuando Lo recibí, supe lo que era la verdadera felicidad, me volví hija de Dios, equilibrada, con paz y alegría. Dios me ha fortalecido y renovado espiritualmente. Hoy en día mi hogar es como un pedacito del cielo, hay armonía, alegría, comprensión y unión. Dios es el autor de mi nueva historia.
La seguridad, equilibrio, paz, alegría, fe y perseverancia que el Espíritu Santo me proporciona son fundamentales para continuar y no desistir.
•• Sra.Delia Galarza