Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz”. (Lucas 11 :33)
Esta luz somos nosotros, pero, de nuestras actitudes; de nuestra manera de hablar y proceder es que podremos llegar a la conclusión si nuestra luz alumbra o si la apagamos día tras día
“La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas”. (Vers. 34)
La forma en que vemos las cosas y a las personas habla al respecto de si nuestra luz resplandece o está apagada, pues la tendencia del ser humano es ver lo negativo, juzgar con mucha facilidad, incluso, muchos se sienten incapaces de perdonar, pero, cuando se tiene buenos ojos, la persona pasa a iluminar todo a su alrededor porque ya no es más un cuerpo vacío sino que tiene adentro al Señor Jesús.
Los malos ojos enferman la fe que la persona posee, llenándola de dudas e inseguridades, pasando luego a sentirse contrariados con la Palabra de Dios.
Cuando la fe está enferma, al contrario de tener paz y seguridad se pasa a sentir un peso, el cual muchos apenas pueden a sobrellevarlo.
Amigo lector cabe a usted analizar si su vida y actitudes son luz o no, y si llega a la conclusión de que su luz está apagada totalmente y que su fe está enferma, con dudas, el Señor Jesús nos enseña que Él: “…habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan.” Hch. 17:30
Si usted se arrepiente de todo corazón, Dios pasará por alto sus debilidades y errores cometidos, dejando su hoja en blanco para que empiece una nueva vida.