Comprenda y descubra en esta segunda parte del estudio bíblico basado en el libro de Gálatas.
En el estudio anterior, se explicó cómo andar en Espíritu cuidando constantemente las 5 puertas de la vida: oídos (lo que escuchamos), ojos (lo que vemos), boca (lo que decimos), mente (pensamientos) y corazón (sentimientos).
Lea la primera parte del estudio:
Siendo la carne enemiga del Espíritu, ¿cómo vencerla?
Para esto siempre debemos mantenernos conectados con Dios. Sólo entonces será posible tener la mente ocupada con pensamientos Divinos, escuchar Su voz, ver con los ojos de la fe, hablar solamente aquello que Lo glorifica y sentir Sus sentimientos.
¿Y cuáles son los sentimientos de Dios? Cuando Él ve que alguien sufre, Él siente su dolor. Y los que están conectados a Su corazón también sienten el dolor de aquellos que están perdidos.
Del mismo modo, cuando un pecador se arrepiente y nace de nuevo, el Señor se alegra y aquellos que sienten como Él también se alegran.
Esta vigilancia permanente es característica de aquellos que tuvieron un cambio, de un ser carnal a uno espiritual.
Pero, ¿qué caracteriza a la naturaleza carnal?
El apóstol llama la atención al describir las obras de la carne:
«Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Gálatas 5:19-21
Aquellos que las practican no heredarán el Reino de Dios, pues, como está escrito:
«Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción«. 1 Corintios 15:50
Y una persona vive en la práctica de estas obras sólo cuando el nuevo nacimiento no ha sido operado por el Espíritu Santo.
Naciendo de nuevo
El Obispo explica que el nuevo nacimiento “es una operación realizada por el Espíritu Santo dentro de la persona, en el momento en que se arrepiente de sus pecados, cuando reconoce al Señor Jesús como su único y suficiente Salvador, es decir, que ella no necesita de nadie más para salvarla”.
Esta entrega sincera permite que el Espíritu Santo saque el interior carnal, la naturaleza adámica.
Todos nacen con esta naturaleza. Ella es el resultado del alejamiento del primer hombre (Adán) de Dios.
Sin embargo, el Obispo aclara que esta naturaleza adámica se puede percibir de manera diferente en dos momentos en la vida del ser humano.
Al nacer, durante el período de la infancia, la pureza e inocencia del niño corresponden al tiempo en que Adán vivía en obediencia a Dios.
Sin embargo, a medida que crece, deja la infancia y entra en la era de la razón, naturalmente, este interior se va deteriorando. La inocencia da lugar al pecado, configurando el período en que Adán y Eva se apartaron del Creador.
“Entonces, hay necesidad de un nuevo nacimiento, de un cambio de ser. Sale el ser adámico, que abrazaba todas esas obras de la carne, pues todas ellas son bienvenidas sólo en un ser carnal”, dijo.
Lea también:
Una alerta para quien desea recibir el Espíritu Santo.
Esté atento
Si aquel que dice ser un siervo de Dios, vive en la práctica de esas obras, revela que no nació de nuevo. Y en este punto, el Obispo señala que «vivir en la práctica» no es lo mismo que no haber vigilado cometer e inmediatamente, arrepentirse, confesar, abandonar y sufrir las consecuencias con disciplina.
Porque cuando el Espíritu Santo transforma la naturaleza carnal de una persona en espiritual, esas obras de la carne se convierten en un cuerpo extraño en ese nuevo ser, que es Divino. Pero si la persona no consigue vencer esas obras, aún no ha nacido de Dios.
Y aconseja que aquellos que reconocen que todavía tienen una naturaleza carnal deben confesar esto a Dios y buscar ayuda.
Siga semanalmente aquí en Universal.org.ec el estudio realizado por el Obispo sobre el capítulo 5 de Gálatas.
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