“Desde muy pequeña mi vida fue un constante tormento. Era una niña tranquila pero muy reprimida. Tenía pesadillas: accidentes, peleas, desgracias… me atormentaban cuando dormía y transcurrido algún tiempo se hacían realidad, exactamente como lo soñaba.
Empezó a crecer en mí un odio inexplicable hacia mi hermano que me llevaba a desear su muerte. Un día sin saber ni siquiera cómo intenté matarlo yo misma, era algo sin fundamento, pero superior a mis fuerzas. Las peleas y discusiones constantes, las palabras negativas… hicieron que no fuese capaz ni de trabajar. El caos se adueñaba de mi vida, los complejos, los miedos, el nerviosismo, hacían que cada día me resultase más difícil soportar mi existencia. Comía de forma compulsiva por los nervios acumulados y me encerraba en mi habitación pensando que la mejor solución era dormir y no ver ni siquiera la luz del sol.
En este estado llegué a la Iglesia Universal, el lugar donde me enseñaron que lo más importante para enfrentar los problemas y vencer en la vida era sentirse bien con uno mismo. A través de las oraciones, Dios colocó en mi interior una paz que no había experimentado nunca antes, recibí fuerzas para tomar decisiones y así lo hice. Busqué trabajo, un apartamento…, poco a poco, haciendo siempre mis votos con Dios, Él fue dirigiendo y bendiciendo cada una de mis decisiones. En la actualidad soy totalmente independiente, me gusta el trabajo que realizo, resuelvo los problemas que me surgen enfrentándolos, me siento segura y he recuperado la autoestima perdida, en dos palabras: !soy feliz! Dios ha sido el único que me ha proporcionado la paz, la alegría y la estabilidad y, como consecuencia, lucho para transmitírselas también a mi familia” concluyó la Srta Asunción.