El primer paso es importante, pero no es suficiente. Porque más importante que dar el primer paso es terminar lo que comenzó. Muchos comienzan determinadas cosas, (pacto, lectura, idiomas, gimnasio, dieta, etc.) sin embargo, desisten en medio del camino. Por eso, terminar no es una opción, pero sí una EXIGENCIA hacía el éxito.
Todos pasamos por momentos difíciles, ¡pero nunca podemos desistir en medio del camino! Jamás podemos comenzar bien y terminar mal, o peor, no terminar lo que comenzamos. Por eso, guarde estas 3 lecciones:
1 – Esconderse no es una opción
Es decir, desistir, desanimarse, reclamar, lamentarse o entregarse al miedo no son una opción. ¡Crea que todas las luchas de hoy serán parte de su testimonio mañana!
2 – Todo esfuerzo por la fe vale la pena
A veces, después de tanto haber luchado y batallado, muchos llegan a pensar que todo fue en vano y por eso piensan en desistir. Pero entienda, Dios ha visto todo lo que usted ha hecho por la fe y está preparando la respuesta para su vida. Recuerde, una gran obra es erguida en medio de mucho ruido y polvo, pero después de eso podemos contemplar una construcción maravillosa.
3 – Continúe esforzándose y haciendo los sacrificios necesarios por su objetivo
Muchas veces verá cosas inauditas aconteciendo, pero, cuando se sienta sin salida no se deje llevar por las circunstancias, pues cuando nos mantenemos luchando, Dios hace cosas extraordinarias en nuestra vida.
Por lo tanto, permanezca en la fe de la confianza, del sacrificio, de la fidelidad y de la perseverancia.
¡Termine lo que comenzó!
¡Permanezca firme en su pacto porque los testimonios vendrán!
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“La misería siempre estaba en mi familia”.
No pude estudiar por la escasez económica de mi familia, cuando me casé fui a vivir a la casa de mis padres. Era duro para mí cuando mis hijos me pedían algo y no los podía complacer.
Tomaba ocho pastillas diarias y después me dieron la triste noticia, que tenía tres tumores, y había la posibilidad de que uno se reventara y me ocasionaría la muerte.
Pensaba que iba a morir, dejé de comer, perdí tanto peso que tenía el pellejo pegado a los huesos.
Así llegué a la Iglesia Universal, donde fui liberado de la desesperación, angustia y del miedo de morir.
A través de la fe fui curado, pasé a obedecer la Palabra del Pacto y tras cada reunión del Congreso para el Progreso Dios abrió mi mente, tuve condiciones de comprar mi casa propia, compré unas tierras en las que produzco, lo que me solventa una vida económica estable.
•• Sr. Segundo Alvarado