El egoísmo es un espíritu maligno y la razón de muchos males en el mundo. Por eso, el cristiano debe estar atento para no ser contaminado por ese mal.
El egoísmo es una de las principales tendencias de la naturaleza negativa del ser humano y es la raíz de muchos problemas y del caos que está ocurriendo en la sociedad. ¿Pero qué es realmente el egoísmo y qué genera?
Según el Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia, el egoísmo es un apego exagerado a los propios intereses, un exclusivismo que lleva a una persona a tomarse como referencia de todo, orgullo, presunción y defensa de los propios intereses.
Por otro lado, la Palabra de Dios afirma que el egoísmo es un pecado que nace en el corazón del hombre (Gálatas 5:19-20), y Santiago 3:16 señala que «donde hay envidias y rivalidades, allí hay confusión y toda clase de mal».
El egoísta tiene el alma contaminada y vive guiado por el pensamiento de que «lo importante es ser feliz. No importa cómo». Es decir, no importa si su felicidad o placer costarán la felicidad de alguien más o generarán consecuencias negativas.
Este comportamiento está presente desde que el hombre pecó en el Jardín del Edén y ha ido intensificándose con el paso de los años. Pues al estar distante de su Creador, el ser humano comienza a desear únicamente la satisfacción de sus propios intereses, inmerso en los deseos malignos de su carne, lo que confirma lo escrito en el pasaje de 2 Timoteo 3.1-2: «Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos…».
El espíritu del egoísmo
Pero aquí viene núcleo de este artículo: el egoísmo también ha afectado la vida de muchos cristianos y es una enfermedad para la fe de quien dice ser de Dios. El egoísmo es un espíritu que enferma gravemente la fe de muchos y los hace pensar que no pueden ayudar, dar, ceder algo para alguien o añadir algo en su vida.
Y más que un comportamiento humano natural, el egoísmo también refleja cuál es el estado espiritual del hombre, pues quien es egoísta solo piensa en recibir y le gusta ser mimado. Existen personas que buscan satisfacer su egoísmo, y Dios lo sabe, nunca podremos engañarlo. Estas personas no piensan en dar para los demás, en ayudar a quienes sufren o en escucharlos.
El egoísmo también estuvo presente en la época de Jesús y es algo que no le agrada a Dios y, por eso, Él reprendió ese espíritu, como puede leerse en Mateo 10:8: «de gracia recibieron, den de gracia». Lo que recibimos de Dios fue de gracia. Entonces, si Dios le ha revelado Su voluntad, le ha enseñado Su Palabra y le ha bendecido, ¿qué derecho tenemos para ser egoístas? ¿Cuánto cuesta compartir lo que Él le ha dadoa usted?
No fue en vano que Jesús dejara un gran mandamiento cuando estuvo en la Tierra, el cual encontramos en Mateo 22:39: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Esta no es una actitud fácil para nosotros, mortales, especialmente frente a tantas personalidades y tantos acontecimientos. Pero para quien es egoísta, es prácticamente imposible, ya que solo se ve a sí mismo y sus intereses, llegando incluso a olvidar a Dios. Por eso, solo quien desea agradar a Dios y ha nacido de Él puede amar a su prójimo y no dejarse controlar por el egoísmo y sus efectos.
Dar es mejor que recibir
Las Escrituras Sagradas dicen lo siguiente en el pasaje de Hechos 20:35: «Más bienaventurado es dar que recibir». Sin embargo, este es un comportamiento muy personal que no puede adoptarse con el objetivo de exhibirse ante los demás, ya que, en ese caso, la verdadera intención de quien da es llamar la atención sobre sí mismo y recibir algún beneficio a cambio de lo que está haciendo. Dios está viendo por qué das, ya sea por generosidad, sin intención de recibir algo a cambio, o por vanagloria, para ser reconocido, remunerado u obtener ganancias.
Por eso, es necesario que el cristiano sea generoso y bondadoso de manera genuina, sin intereses ni malas intenciones, y recuerde que los justos recibirán la recompensa de Dios.
Entonces, querido lector, si notas que su fe está siendo contaminada por el egoísmo, cambie ese comportamiento. Arrepiéntete, ora a Dios y decide vivir por la bondad, el amor al prójimo y los frutos que provienen del Padre que le agradan.