“Sufrí con varios problemas espirituales, tenía insomnio, veía bultos, escuchaba voces, era compulsiva y de mal carácter, por esto buscaba de tantas maneras encontrar un poco de “felicidad”, me refugiaba en el alcohol, en fiestas y amistades, pero cuando llegaba a casa sentía un vacío tan grande, que no conseguía llenar con nada, volvía a sentirme triste cuando el efecto del alcohol pasaba. A los 16 años me hice de compromiso, pero habían muchas peleas con mi esposo”, cuenta Denisse.
“Llegué a un punto de golpear a mi esposa, porque no aguantaba tantos problemas y pensé que ella era el problema, por otro lado, no tenía trabajo, no tenía para suplir las necesidades más básicas en mi hogar, esto también acarreaba problemas con mi esposa, ya que pasabamos hambre”, dice Franklin. “Cada vez que peleaba con mi esposo, lo primero que hacía era agarrar un cuchillo y pensaba en matarlo, luego a mi hijo y después yo, pero fue justo en estos momentos de mi vida cuando recibí una invitación para ir a la Iglesia Universal, al poco tiempo de concurrir a las reuniones fui liberada del alcohol, mi carácter cambió al igual que mi esposo; consecuentemente se acabaron las peleas en mi hogar”, recalca Denisse.
“Junto con mi esposa decidimos entregarnos completamente al Señor Jesús, así cada uno aprendió a vivir de fe en fe. Dios suplió todas nuestras necesidades, después enfrentamos la enfermedad de nuestra hija, quien nació con un soplo en el corazón, manifestamos la fe en una Hoguera Santa y la niña fue totalmente curada, tras realizarle nuevos examenes se pudo constatar el milagro. Hoy nuestras vidas están bendecidas en todos los sentidos, pero lo principal es que nuestra vida está en las manos de Dios.” Finaliza.