Puede llegar a robar, prostituirse, mendigar y más, con tal de tener para la siguiente dosis.
El consumo de alcohol y drogas sigue devastando la vida de las personas y destruyendo los sueños y las familias de muchos.
Lo que comienza con un consumo esporádico por “socializar” o “compartir” entre amigos, termina encadenando a la persona y quitándole inclusive la libertad tanto física como espiritual.
Creyendo que tiene el control el adicto se entrega cada vez más y cuando se da cuenta llega a un punto de no retorno, poniendo su vida en peligro con tal de tener para la siguiente dosis; robar dentro del hogar, a familiares, a extraños, perder el empleo, el matrimonio, prostituirse, mendigar y más, son cosas de las que son capaces de hacer olvidando quienes eran o lo que tenían antes.
ME PROSTITUÍA PARA sustentar mis adicciones.
Joana, de 40 años, conoció las drogas a los 17 y se entregó por completo a las adicciones cuando tenía 20. “Durante 15 años viví esclava de la marihuana y cocaína”, comenta.
Para mantener sus adicciones se dedicó a la prostitución. “Cuando consumía sentía que podía hacer lo que quisiera y poco a poco fui excediendo mis límites. A veces llegaba a casa drogada. Traté de matar a mis hijos y agredía físicamente a mi propia madre. También intenté lanzarme de un puente por tres ocasiones”, añade. “Cuando llegue al Tratamiento no pesaba más de 34 kilos y sufría depresión. Desde el primer día Dios habló para mí a través de Su Palabra. Después de tres meses me bauticé y me entregué por completo en Sus Manos. Hoy tengo paz y una alegría indescriptible dentro de mí, dejé las adicciones y rescaté la dignidad que había perdido”, finaliza.