El arrepentimiento no es un sentir del ser humano, éste viene de Dios, es Él quien lo da, cuando la persona le pide una oportunidad para conocerlo y ser salva.
Muchas personas están presas a un error o a un pecado, simplemente porque no consiguen perdonarse, incluso son constantemente acusadas por personas religiosas que tienen gran facilidad para acusar y condenar a otros.
Entienda, lo que a Dios menos le importa es que uno tenga una religión, lo más importante para Él es que nos entreguemos de cuerpo alma y espíritu.
Vea lo que el Señor Jesús nos enseñó con respecto a los religiosos y los que necesitan ayuda:
“Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?… Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella… Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” Juan 8: 3, 4, 5, 7, 9, 10
Jesús cambió la vida de una mujer adúltera que estaba siendo humillada, acusada y condenada por religiosos que no vivían lo que predicaban.
Jesús espera poder producir arrepentimiento en las personas que quieren sinceramente una oportunidad para dejar de vivir en el error y así tener sus vidas transformadas.
“No importa que pecado haya cometido, lo que importa es que se arrepienta”.
Obispo Gustavo.