Cuando tenemos esta experiencia, nos hacemos más fuertes en la Presencia de Dios, porque en los momentos difíciles vemos como Él obra en nuestras vidas y nos acompaña.
En junio de 2021, la docente Rosileide Rodrigues Santos, de 41 años, comenzó a notar cambios en su cuerpo. Su barriga empezó a crecer, además del abdomen agrandado, no tenía apetito y sentía mucho dolor en la espalda; por lo que fue llevada al hospital y estuvo internada cinco días. “Me hicieron un pinchazo en el vientre, me sacaron tres litros de agua.
Entonces descubrieron que el problema de salud era una tuberculosis peritoneal. Me prescribieron la medicación y me enviaron a hacer el tratamiento en casa”, cuenta. Por seis meses, tenía que tomar siete medicamentos por día.
Sin embargo, cuando Rosileide creyó que podría combatir fácilmente la enfermedad, comenzó la fase más crítica. “Empecé a consumirme porque la medicina era demasiado fuerte.
En una semana perdí siete kilos. Si continuaba así podría morir.
Un mes después fui hospitalizada nuevamente. Encontraron que el agua que estaba en mi abdomen se había convertido en pus”, relata.
Pausa forzada Rosileide cuenta que, durante ese período, su vida se detuvo: “Me volví dependiente de otras personas para todo. Necesité ayuda durante dos meses. Llegué al punto en que ni siquiera iba sola al baño. Dependía totalmente de mi familia”.
Como resultado de todas estas dificultades, no podía trabajar y estaba alejada de sus actividades. Ella dice que, inicialmente, se cuestionó sobre lo que estaba pasando en su vida, pero su confianza en Dios siempre habló más fuerte.
“Varias preguntas pasaron por mi cabeza, como ‘¿por qué pasó eso?’, ‘¿qué hice?’”, declara. Aliada con Dios “Ya conocía el poder de Dios, por lo que sabía cómo usar la fe a mi favor contra esa situación.
Durante ese período de lucha, nunca dejé de ser el a Dios.
Obedecí Su Palabra y dejé que Dios obrara. Tuve el apoyo en oración de muchas personas, pero también hice mi parte; puse en práctica mi fe, incluso en la etapa en que, por mi debilidad, no podía ir a las reuniones de la Iglesia”, revela.
“A pesar de todas las dificultades, nunca dejé de creer. El mal trata de hacernos dudar de que Dios no está con nosotros, pero yo siempre estuve en paz. Podría morir en cualquier momento en la situación en la que me encontraba, pero no le tenía miedo a la muerte.
Yo creía que Dios sabría qué hacer”, dice.
En junio de 2022, completó su tratamiento contra la tuberculosis y fue dada de alta. Y hoy, más que la sanidad que recibió, celebra la experiencia que tuvo con Dios. “Él me transformó, me rescató. No tenía fuerzas para nada y, poco a poco, me recuperé, hoy estoy bien, curada y feliz gracias a Dios”.
Rosileide 41 años. (Docente)