La raíz de todos los problemas en el ser humano es el pecado. ¿Por qué? Porque este lo separa de Dios.
El pecado da libre acceso al mal para que entre en la vida del ser humano, porque cuando pecamos perdemos la protección de Dios, ya que transgredimos Su Palabra y Su Ley.
En este mundo existen las leyes de tránsito, leyes de aspecto social o personal, y éstas no fueron creadas para castigar al ser humano, sino para mantener el orden, pero hay quienes deciden moverse contra la ley, provocando así el caos en la sociedad. Lo mismo es con respecto a la Ley de Dios, pues Su Palabra fue instituida para darnos dirección, para que todo se mantenga en orden y así vivamos con una disciplina espiritual.
Muchos sufren a causa de los pecados cometidos y mientras no los confiesen permanecerán en ese estado, pues el pecado seguirá pasándoles factura y no hay lugar donde esconderse de las consecuencias.
“Porque la inclinación de la carne es muerte, pero la inclinación del Espíritu es vida y paz.” Romanos 8:6.
Inclinarse para la carne, quiere decir, inclinarse al pecado, y este trae la muerte.
Pecado es todo lo que es injusto, todo lo que desagrada a Dios. O sea, vive bajo los deseos del corazón. Y viviendo en la inclinación de la carne (pecado) el ser humano no tiene la protección de Dios, tornándose enemigo de Él por causa de no someterse a Su Palabra.
Al contrario de quien se inclina para el Espíritu, quiere decir al Espíritu Santo, él pasa a tener Vida y Paz.
Todos nosotros vivimos entre Dios y el diablo, entre el cielo y el infierno, entre el bien y el mal, entre el Espíritu de Dios y la carne. Pero cuando nos volvemos para el Altísimo, tenemos la garantía de Su protección, de Su bendición, de Su paz, Su victoria. Ahora queda en usted tomar la decisión para dónde inclinarse.
“Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” Romanos 8:9.
Si usted quiere recibir el Espíritu Santo, entonces aproveche esta oportunidad, el Ayuno de Daniel. Usted buscará venir más a la iglesia, leer más la Biblia, va a escuchar canciones que edifiquen su fe, va a conversar de asuntos espirituales, va a nutrir el alma y la mente con las cosas de Dios, para que lavados y purifi- cados puedan recibir en algún momento de este ayuno el Espíritu Santo.