Muchos quieren el éxito profesional, tanto patrones como
empleados, y toman el camino correcto: piden las bendiciones de Dios para esa
área de la vida. En la Iglesia son obedientes, sacrifican en el Altar,
devuelven el diezmo puntualmente y frecuentan las reuniones y conferencias
sobre el tema. Pero ¿qué pasa en el trabajo? ¿Continúan siendo cristianos? ¿Sus
actitudes son buen testimonio para sus compañeros, los demás empleados y hasta
sus superiores?
Algunos incluso empiezan en la trayectoria correcta
mencionada anteriormente, pero, de manera lamentable, durante el horario
laboral, ensucian la imagen del perfil adecuado que se espera de un cristiano.
No es suficiente pedir solo las bendiciones. Dios bendice a
una persona al saber que ella se hará cargo de la conquista de forma
responsable y la cuidará de manera inteligente, para que dicho éxito sea algo constructivo
en su vida. Pero ¿y si Él no ve firmeza en esa persona debido a sus malas
actitudes?
Por ejemplo: alguien quiere ser ascendido en una empresa,
pero tiene dificultad de ser humilde. ¿Dios le abrirá las puertas para que él
continúe teniendo ese mismo comportamiento y perjudique a toda la empresa? Con
certeza, no. El individuo incluso un día puede conseguir el ascenso por sus
méritos humanos, pero no provendrá de Dios ni tendrá Su apoyo. Y ¿quién no
cumple adecuadamente sus obligaciones por perder el tiempo en el baño o en conversaciones
durante la hora de la comida? Sucederá lo mismo, pues el Altísimo entiende que
quien no sabe obedecer, tampoco sirve para mandar.
Por lo tanto, no es suficiente ser cristiano dentro de la
iglesia y no llevar consigo el buen testimonio fuera de ella, principalmente en
el trabajo, donde pasamos la mayor parte de nuestro día. Dios no le dio
solamente la iglesia para frecuentarla, sino que le dio una vida entera. Por
eso, es necesario serle fiel en todos los aspectos. Vea a continuación algunas
actitudes equivocadas.
“El vendedor ‘cristiano’, por ejemplo, tiene el objetivo de
ganar dinero para su familia y para sí mismo. Ante esto, tiene obligaciones con
el patrón, la familia, consigo mismo y, por último, con la denominación
religiosa. Sin embargo, si de hecho y de verdad es siervo de Dios, primero debe
servir al Señor de su alma. Él no solo le devuelve el diezmo a Dios, sino que
es el propio Diezmo del Señor en su hogar, en su trabajo y en su iglesia”, dijo
el obispo Edir Macedo.
“Es de la voluntad de Dios que cumplamos nuestras tareas.
Estar aplazando su vida es señal de baja autoestima, inseguridad,
irresponsabilidad, debilidad, duda, confusión, depresión, desorganización y,
consecuentemente, no ser de Dios”, afirma la presentadora Cristiane Cardoso
sobre el procrastinador.
“Normalmente, los ambientes de trabajo son los lugares donde
más proliferan los chismes. Usted ya debe haber escuchado la famosa expresión
‘teléfono descompuesto’. No obstante, el chisme es innecesario, quita tiempo y
destruye reputaciones. En cambio, la información es importante, coopera y
protege una empresa, a la familia o una amistad, y quien la tiene no necesita
decirlo”, recomienda la escritora Núbia Siqueira.
¿Quién no conoce a aquel jefe o patrón sabelotodo (según él
mismo)? Él desestima y desestimula a sus compañeros y empleados. “A veces,
nuestra arrogancia nos hace ciegos. ¿Cuántas veces criticamos la acción de los
demás, exigimos cambios de comportamiento en las personas que viven cerca de
nosotros, cuando, en realidad, nosotros somos los que deberíamos cambiar
nuestro rumbo?”, pregunta la escritora Nanda Bezerra.
Muchos maldicen a alguien que tiene éxito y desconsideran su
esfuerzo, pero no piensan en el mal y en el retraso que atraen para sí mismos
con esa actitud, alerta el obispo Edir Macedo. “Pasamos mucho tiempo evaluando
hasta qué punto el envidioso es capaz de producirle daños al envidiado. Pero estamos
sin darnos cuenta de los daños que esa plaga le causa al propio envidioso que,
con certeza, es el mayor perjudicado en todo eso. Esto se debe a que es
imposible que alguien no coseche lo que sembró”.