Una nueva vida parece inalcanzable para muchas personas que, acostumbradas a lo que están viviendo, se tragan el dolor que les desgarra el pecho. En este sentido, ellos ven aquello que llaman fe ser socavado, y cada vez más, se encapsulan en una realidad de problemas cuyas respuestas parecen ausentes y las frustraciones cada vez más presentes. Presos en ese enredo tan implacable, han tolerado una vida aparentemente sin sentido.
En tiempos del profeta Elías, el pueblo de Israel también se perdió en sus elecciones y una gran demencia espiritual se apoderó de quienes, un día, disfrutaron de tantas experiencias con Dios.
Seducidos por propuestas que los alejaban de su fe, se hizo común una realidad: devastados por la sequía y la miseria. Para llamar la atención de aquel pueblo para Sí nuevamente, Dios usó al profeta Elías, como podemos leer en 1 Reyes 18:17-19 y 21.
“… Ahora pues, ordena a todo Israel que se reúna conmigo en el monte Carmelo (…). Entonces Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo cojearéis entre dos pensamientos?…”
Es de la misma manera que muchos ignoran el «hasta cuándo» y ven reinar el caos. Sin embargo, un desafío es capaz de cambiar toda la historia, como también sucedió en ese momento. (1 Reyes 18: 23-24)
ALTAR DE DECISIÓN
Este desafío se hace en el Altar. La Biblia muestra el Altar como el lugar que representa la Alianza de Dios con los hombres, es también un lugar de entrega, de decisión, donde colocamos nuestra dependencia en Dios.
Hoy los tiempos son otros, pero el Altar queda a disposición de quien lo desee. Por eso quien sube al Altar no debe hacerlo sólo porque “esta palabra es buena”, sino para entregar verdaderamente su vida a Dios. Cuando hay esta entrega, la respuesta es inmediata, es imposible que Dios no venga a su encuentro.
Dios trajo a mi vida lo que realmente necesitaba
“A pesar de tener un buen trabajo, malgastaba el dinero con otras mujeres y vicios. Un día me involucré en un robo y fui detenido. Mi mamá ya asistía a la Iglesia y muchas veces me invitó, pero no estaba interesado en ir, así que convenció a mi esposa y ella comenzó a luchar por mí; de esta manera, ellas, participaron de una Campaña de Israel para que yo saliera en libertad y así sucedió.
Tiempo después mi esposa volvió a invitarme y no pude negarme, participando entendí que todo lo que me hacía falta era entregarme de verdad a Dios.
Así dejé los vicios, me bauticé en las aguas, empecé respetar a mi esposa e hijas y a darle prioridad al Espíritu Santo.
El día que Lo recibí, no fui más la misma persona y ninguna bendición conquistada por la fe a través del sacrificio se compara al Espíritu Santo.”
Sr. Wellington