Es frustrante proyectar durante meses o años y soñar con alcanzar los objetivos que en teoría, nos traerán satisfacción y alegría. Pero cuando llega el “gran día”, el logro tiene gusto a nada. No hay emociones, es como si estuviera petrificado interiormente. Entonces no queda más que dolor, angustia e insatisfacción.
Los cambios permanentes son una marca registrada de esta época. Se confunden lo público y lo privado, entonces aprendemos que la gratificación es por algo que tardamos años en lograr, debe durar minutos.
Muchas veces, el tiempo libre vale más que dinero. Los estímulos se multiplican, entonces se vuelve imprescindible conectarse a todas las redes virtuales posibles, con la promesa de un poco de disfrute que a veces no llega.
El consumo también promete satisfacción, hacerlo implica pertenecer a un grupo, tener lo que el otro tiene, poder hacer lo que los demás hacen. Sin embargo, aunque las tarjetas de crédito se derritan por el uso o accedamos a los bienes que elevan status, nada sirve
Adriana Waisman, psicóloga especialista en conductas adictivas y trastornos de ansiedad comenta: “En un mundo de tantos estímulos y tantas ofertas, terminamos muchas veces desbordados por la ansiedad y el miedo, disociándonos de nuestros deseos y de nuestra proyección genuina, convirtiéndonos, sin darnos cuenta, en la sombra de nuestra propia vida. Esto es el “vacío emocional”, es decir, cuando dejamos de reconocernos. Con un presente confuso y un futuro incierto, se siente una mezcla de emociones: tristeza, angustia, ansiedad y miedo que hacen que se sienta perdido en su propia vida. El vacío emocional puede definirse como una crisis de identidad que, si bien es cierto, es un período de dudas, dolor y soledad…”.
Desde pequeña en mi interior había un gran vacío
A los 16 años viví una relación que duró un año y dos meses, al inicio todo era un mar de rosas, después de esto llegaron los celos, las prohibiciones, discusiones y peleas. Esto nos llevó a la separación.
Al verme sola, perdí los deseos de seguir viviendo, en 3 meses, intenté 14 veces suicidarme.
Eso que había en mi interior no se originó por causa de mi separación, yo ya venía cargando en mí ese vacío emocional, ya que desde pequeña viví el rechazo de mi madre, recuerdo que la primera vez que intenté suicidarme fue a la edad de 9 años.
Cuando llegué a la Iglesia Universal, estaba llena de problemas espirituales, veía bultos, oía voces, tenía 3 meses sin poder dormir, pues veía que una persona salía de debajo de mi cama y me quería ahorcar.
Ahora soy una persona totalmente transformada, fui liberada de todos los males, en mi interior hay paz, alegría, el vacío que tenía desapareció, ya no me siento sola y los traumas del pasado quedaron atrás. Srta. Fernanda
Este viernes es el día donde puede darle fin a ese vacío que carga, a las 7H, 10H, 15 y de manera especial a las 19H, en la Av. de Las Américas 305, al Norte de Guayaquil o en la Iglesia Universal más cercana a su hogar.