Es frustrante proyectar durante meses o años y soñar con alcanzar los objetivos que, en teoría, nos traerá satisfacción y alegría. Pero cuando llega el “gran día”, el logro tiene gusto a nada. No hay emociones, es como si estuviera petrificado interiormente. Entonces no queda más que dolor, angustia e insatisfacción. Los cambios permanentes son una marca registrada de esta época. Se confunden lo público y lo privado, entonces aprendemos que la gratificación por algo que tardamos años en lograr, debe durar minutos.
Muchas veces, el tiempo libre vale más que dinero, los estímulos se multiplican, entonces se vuelve imprescindible conectarse a todas las redes virtuales posibles, con la promesa de un poco de disfrute que a veces no llega.
El consumo también promete satisfacción, hacerlo implica pertenecer a un grupo, tener lo que el otro tiene, poder hacer lo que los demás hacen. Sin embargo, aunque las tarjetas de crédito se derritan por el uso o accedamos a los bienes que elevan status, nada sirve.
Adriana Waisman, psicóloga especialista en conductas adictivas y trastornos de ansiedad, comenta: “En un mundo de tantos estímulos y tantas ofertas, terminamos muchas veces desbordados por la ansiedad y el miedo, disociándonos de nuestros deseos y de nuestra proyección genuina, convirtiéndonos, sin darnos cuenta, en la sombra de nuestra propia vida. Esto es el “vacío emocional”, es decir, cuando dejamos de reconocernos. Con un presente confuso y un futuro incierto, se siente una mezcla de emociones: tristeza, angustia, ansiedad y miedo que hacen que se sienta perdido en su propia vida. El vacío emocional puede definirse como una crisis de identidad que, si bien es cierto que es un período de dudas, dolor y soledad…”.
El problema es que esa etapa que muchos ignoran o dejan pasar como algo normal, con el pasar de los días puede desencadenar muchos otros problemas inimaginables, como el hecho de acabar hasta con la propia vida.
No son pocos los casos de personas que deciden lanzarse de un puente o a las vías, ahorcarse, tomar veneno, dispararse, etc., con tal de acabar con esa tristeza e insatisfacción que no logran llenar con nada, ni siquiera con el éxito profesional o personal.
¿Cuántas veces no ha escuchado a personas diciendo que están cansados de vivir, aunque tengan una vida aparentemente cómoda y estable?
El vacío emocional en muchos casos puede ser traducido como depresión, pero no tratado de la misma manera. Con tanta publicidad y acceso a Internet, muchos al describir sus síntomas se atribuyen estar deprimidos y tratan de buscar sosiego con terapeutas, pero quien siente un vacío emocional trata de llenar esa falta con cosas, personas e incluso vicios.
Creía que la muerte era mi única solución
Jonathan Gonzaga tenía una familia, amigos, salía de noche y se divertía en fiestas. Parecía ser feliz, estar satisfecho con lo que tenía, pero en su interior sufría grandes conflictos. La depresión y angustia no lo dejaban vivir. Aislado de todo, ni siquiera tenía paz cuando intentaba dormir: “Por las noches tenía pesadillas, no podía descansar, soñaba con cosas muy feas, cuando abría los ojos había alguien que me estaba mirando, sentía que me ahorcaban, soñaba que me moría y cuando me despertaba sentía los dolores. Me miraba en el espejo y me odiaba a mí mismo, entonces me golpeaba. Esa era mi situación, una vida completamente vacía, llena de oscuridad, fue entonces cuando pensé en acabar con mi vida”.
Jonathan encontró en Dios lo que había buscado toda su vida: “Conocí la Iglesia Universal, el primer día pude dormir tranquilo y respirar bien. Me curé del asma y comencé a amigarme conmigo mismo. Dejé de lado los complejos. No fue de la noche a la mañana, fue difícil porque requería luchar contra mí mismo.
La depresión y el vacío desaparecieron, gracias a Dios me siento lleno. Los deseos de quitarme la vida ya no existen más, ahora quiero vivir.
Terminaron los problemas familiares, hoy en día siento paz y armonía. Mi vida económica también cambió, ahora soy un emprendedor y tengo mi propio negocio. Después de todo lo que pasé, hoy puedo decir que soy feliz”, concluye Jonathan.
Ser libre de la opresión que le produce este vacío, es posible sólo con la ayuda de Dios; por eso amigo lector le invito a participar este viernes de una reunión, dedicada especialmente para encontrarla como muchos otros lo han hecho. No espere más y participe con nosotros a las 7H, 10H, 15H, 19H en la Av. de Las Américas 305 o en la Iglesia Universal, más cercana a su hogar.