Cuando Abraham se quejó ante Dios, diciendo: “Eterno y Soberano, ¿de qué me sirven Tus dádivas si no tengo hijos?“, inmediatamente Dios lo sacó de la tienda y le ordenó que viera y contara las estrellas en los cielos”. Gn 15
La reacción de Abraham fue inmediata. Él tenía fe en Dios. Lo probó con su obediencia durante casi 25 años. Creía en Su poder inconmensurable.
Sin embargo, tenía dificultad para ver lo invisible y creer en lo imposible. Pero, desde su visión, se dio cuenta de la Grandeza del Todopoderoso. Es decir, Abraham creía en Dios, pero no imaginaba Su poder de creación, Su grandeza…
No se puede separar la fe de la imaginación. El que cree debe imaginar lo que desea alcanzar. Prueba de ello son los innumerables testimonios que hemos visto en la Universal.
Muchos pobres han alcanzado una vida llena de comodidades y placeres a través de la fe. Sin embargo, no todos. ¿Por qué? Porque fueron criados sujetos a la cultura de la miseria. Veinte, treinta, cincuenta años conviviendo con la pobreza, acaban limitándose a sí mismos y a Dios, porque incluso piensan que es pecado tener una vida abundante.
Por su parte las personas que un día tuvieron lo mejor de esta tierra y cayeron en desgracia perdiéndolo todo, incluso la dignidad, al conocer las Promesas de Dios, inmediatamente, ponen la fe en práctica por medio del sacrificio, reconquistando lo que perdieron, y multiplicado. Esto sucede porque un día tuvieron acceso a las riquezas. Es decir, incluso en la miseria, conservan la visión de una vida abundante. Esta visión es lo que hace la diferencia.
Abraham debía haber visto esas mismas estrellas innumerables veces, pero nunca había pensado que sus descendientes serían innumerables como ellas.
Veía borroso y me iban a operar los ojos
“Tenía problemas en los ojos, no podía distinguir los objetos ni a las personas, veía todo completamente borroso y distorsionado.
Tras varios exámenes los médicos llegaron a la conclusión de que debían operarme.
Pero yo no acepté ese diagnóstico así como tampoco aceptaba el no poder valerme por mi misma a causa de la ceguera.
Decidí creer, que para Dios nada es imposible. Comencé a luchar y a perseverar todos los sábados participando de las reuniones y de las cadenas de oración, así vencí aquel problema que aquejaba mi salud”. •• Sra. Daisy Marquez