Todos quieren tener tranquilidad financiera, estabilidad y no tener mayores dificultades cuando el asunto es dinero. En tiempos de crisis, incerteza política y económica – en todo el mundo – buscar eso es casi una utopía.
Pero no debería ser así. Esa es la primera cosa que hace la diferencia entre un vencedor y un perdedor, entre alguien común y alguien especial.
Por lo tanto, si usted quiere convertirse en alguien con una vida que no sigue el curso de la mayoría, preste atención a estos tres comportamientos:
Forma de pensar
El problema de muchas personas es que no piensan en lo que deben hacer y por eso toman para sí la opinión de los demás. Se olvidan que la mayoría de las personas a su alrededor no creen en ellas.
Si usted quiere tener una vida especial, comience pensando diferente y la única manera de hacerlo, es pensar como Aquel que creó todo, Dios.
Forma de hablar
Hable como una persona que realmente cree que Dios estará a su lado para que todo surja en su favor. Si usted piensa como Dios, actúa y habla como alguien que de verdad cree, es imposible que su vida no sea especial.
Forma de actuar
Mantener en su mente los pensamientos de Dios es extremadamente importante, pues el próximo paso es actuar de la forma correcta. O sea, si usted piensa que puede, consecuentemente, tomará actitudes como alguien que cree que es capaz.
No esperará simplemente que las cosas sucedan. Usted las hará suceder. No es suficiente pensar o incluso hablar de manera positiva si no actuamos, si no nos movemos, si no practicamos la fe.
Aprendí a ser determinada en lo que me proponía…
«Estaba hundida en la miseria al extremo de no tener ningún lugar donde vivir.
No tuve la oportunidad de estudiar y especializarme en algo, sin embargo, mi vida cambió en el momento en que mis pensamientos cambiaron.
Me invitaron a participar en la reunión de la Nación de Vencedores que se realiza los lunes en pro de la vida financiera.
Poco a poco aprendí a usar mi fe para poder alcanzar mis sueños en todos los aspectos.
Aprendí a ser determinada y actuar de forma segura creyendo en las promesas de Dios. Los miedos desaparecieron y así surgió la idea de colocar mi propio negocio, un salón de belleza, incluso pasé a especializarme en esa rama y hoy puedo disfrutar no sólo de los beneficios de la fe, sino también del hecho de estar segura que Dios está conmigo en todo lo que emprenda.»