Supongamos que usted se acuesta a dormir y por la mañana cuando se despierta está en una mansión, con diez carros en el garaje porque usted es una persona muy rica, ¿le gustaría? Claro que sí, y sería muy bueno. Pero es importante que considere la idea de que todos esos bienes se quedaran en este mundo cuando le llegué la hora de partir del mismo. Por eso es mejor no colocar todas sus esperanzas en aquello que no es eterno.
Así como tenemos fuerzas para luchar por lo que anhelamos en este mundo, también debemos colocar toda nuestra fuerza en conquistar la vida eterna, o sea, por el destino de nuestra alma.
Pensando en nuestra vida eterna Dios nos dio Su Espíritu como está escrito: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos”. 2 Corintios 4:7.
Un vaso de barro, no tiene mayor valor, pero si este vaso dentro tiene un tesoro, entonces el valor se vuelve incalculable, ¿verdad?
Este tesoro es el Espíritu Santo y el vaso de barro somos todos nosotros, es decir, aunque seamos apenas simples mortales, sí dentro cargamos el Espíritu de Dios pasamos a tener un valor inestimable, no por lo que somos, sino por lo que tenemos dentro.
Amigo lector, muchos han acumulado tesoros a su alrededor y por eso viven o murieron sintiendo que no tenían valor, debido a eso, nunca se olvide que, aunque seamos apenas barro, si tenemos el Espíritu Santo en nuestro interior, lo tendremos todo, incluso la fe sobrenatural que necesitamos para vencer en este mundo y conquistar lo que requerimos para vivir dignamente.
Cuando usted se entrega a Dios por completo, SU Espíritu desciende para llenar todo su ser, de esa manera no hay nada que le pueda vencer. Pasará por dificultades y desafíos, pero todo eso será apenas para que usted desarrolle su fe y vea el poder de Dios actuando en su favor.
No hay manera de vivir en la fe, sin hacer lo que la fe exige, que es entregarse.
Jamás podrá encontrarse con Dios y nacer de Su Espíritu sin haber renunciado a su “yo”. Para entender esto, usted tiene que saber qué es el Tesoro y qué son los vasos de barro.
Nosotros somos el vaso de barro y el Tesoro es el Espíritu Santo, que, una vez recibido, nos conduce a la Salvación.
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