Mantener el buen nombre, en aquellos días, era algo extrema¬mente valioso para una familia. Si alguien cometiese un error grave, y avergonzase el nombre de la familia, sería excluido del clan.
Así como era muy importante que la pareja genere un hijo hombre, para mantener el nombre de la familia, también era de suma importancia que este mantuviese su nombre limpio.
En el caso de Isaac, por ejemplo, temiendo que su hijo se casase con una mujer extranjera e interrumpiese la pureza de su linaje, Abraham envió a su siervo más fiel para buscarle una esposa entre su propio pueblo.
Abraham tipificaba al Señor Jesús, y así como a través de Su nombre importa que seamos salvos, el nombre de Abraham sirvió, y sirve aún, como referencia al Único y Verdadero Dios: el Dios de Abraham. Cuando se ora en el nombre de Señor Jesús al Dios de Abraham, no se está orando a un dios desconocido.
Millares de dioses eran invocados en la Anti¬güedad, ¡y hasta hoy continúan siendo invocados como en aquellos tiempos de intenso paganismo! La fe siempre fue algo latente entre todos los pueblos, pero ¿cuál el Dios verdadero para ser invocado? ¡Por causa de Abraham quedó identificado el Único y Verdadero Dios! ¡El Dios de Abraham!
Por más valiosos que sean los bienes materiales de una persona, ellos siempre serán como el humo. Tarde o temprano, el tiempo se encargará de disiparlos. Pero el buen nombre jamás será olvidado. Aún que no haya registro en los libros, él perma¬necerá para siempre, ¡porque en el Libro de la Vida se mantendrá y nadie lo borrará! El de Abraham es un ejemplo.
Ningún país, ciudad o municipio, ni siquiera una plaza tiene escrito el nombre de Abraham. Sin embargo, su nombre no apenas recuerda, mas reaviva la fe sobrenatural, que dio origen a muchas naciones, especialmente a aquella por la cual vino el Señor Jesucristo.
La descendencia de una persona dependía de su buen nombre. Si este se corrompiese, sería borrado de la fase de la Tierra. Pero si fuese resguardado, sus descendientes serían respetados y hasta beneficiados por causa de él.
Ahora puede entender mejor la razón por que el Señor Jesús oró al Padre (Juan17)3. Cumpliendo Su promesa, Dios ha elevado el nombre de Abraham a través de los milenios. No hay ni sombra de duda en cuanto a la grandeza de él y de los hechos concernientes a él. Cuando se habla de Abraham, viene a la memoria su Dios, así como todos Sus grandes hechos en su vida y en su descendencia.