Cuando una persona recibe el Espíritu Santo, sus valores son contrarios a los valores de este mundo. Al recibir el Espíritu Santo, el alma, la inteligencia y la razón se someten al Espíritu y la persona da valor a aquello que es invisible, y sigue y obedece la Palabra de Dios.
Uno puede estar preocupado con su vida física y querer tener dinero, salud, éxito, familia y poder disfrutar de la vida mientras pueda. Solo que esa vida tiene fecha de caducidad, al contrario del alma, que vive eternamente; o con Dios, o en el lago de fuego y azufre.
Las personas están llenas de necesidades, pensando que el dinero puede satisfacerlo todo, pero no es así. El dinero hasta satisface las necesidades del cuerpo, pero nunca las del alma. El alma solo se satisface cuando vive sumisa, sujeta y humildemente, de acuerdo con la Palabra de Dios.
Vives hoy lo que sembraste ayer y vivirás mañana lo que estés dando hoy. Si estás sembrando para tu carne, vas a cosechar muerte, sufrimiento, dolor, depresión e infierno. Pero si siembras la Palabra de Dios, la obedeces y le das más atención a lo que es invisible, vas a cosechar el Espíritu Santo y serás una persona verdaderamente feliz.
Entonces, mira hacia tu interior. Si no tienes el Espíritu Santo para dirigir y conducir tu alma, ella quedará sedienta, hambrienta y nunca se va a satisfacer, pero, si tu alma tiene un encuentro con Dios, ella tendrá paz, vida y vivirá satisfecha.