De acuerdo con el obispo Renato Cardoso, las personas tienden a ignorar a Dios cuando tienen dinero, fama, salud y todo está bien. Por eso, no podemos dejar que el confort y nuestros deseos personales tomen el lugar del Altísimo en nuestro corazón.
El problema:
«Cuanto más el ser humano sabe, más él puede y cuanto más tiene, mayor es la probabilidad de que abandone a Dios. Es decir que él dejará de creer en Dios, de depender de Dios y de sujetarse a Dios, para entonces depender de aquello que sabe, tiene y puede», explicó el obispo.
«Cuando usted va a una nación pobre, la facilidad y la probabilidad de que esas personas acepten la fe en Dios es muy grande. Al final, ¿qué es lo que ellas tienen si no la fe en Dios? Si la persona se enferma o va a morir (dependiendo de la enfermedad) o va a usar la fe para sanar», apuntó.
Agregó que, por otro lado, en los países más desarrollados, el escenario es opuesto. Las personas son más duras y resistentes a la Palabra de Dios. Porque todo lo que ellas necesitan, ya lo poseen.
Anótalo
Así, cuando todo está bien en la vida de la persona, ella se pregunta: ¿por qué necesito a Dios si todo está bien conmigo? Es como está escrito en la Biblia: «…si las riquezas aumentan, no pongáis el corazón en ellas» (Salmos 62:10).
En otras palabras, no está mal tener bienes y conquistas. El problema está cuando uno deja a Dios de lado por causa de estas. Es como si eso tomara el lugar de Él en la vida de la persona. El dinero, la fama, la belleza física, el confort, los deseos personales se conviertan en un dios para ella.
¿Qué hacer?
Cuidado para no caer en esa trampa. Por eso haz, constantemente, una autoevaluación sobre la calidad de tu relación con Dios.