Renací de las cenizas
¡Hola, obispo!
Me gustaría compartir con usted mi inmensa alegría.
Soy obrera hace 15 años. El día en que nuestra iglesia vaya al Templo de Salomón, 22 de julio, estaré cumpliendo 16 años de Obra.
Estaba en la iglesia cuando oí a una obrera hablando sobre la próxima vigilia, que sería realizada el 20 de junio. Hasta entonces yo no estaba interesada. Ya había perdido el interés de ir a cualquier vigilia para obreros. No había ido a ninguna desde qua habían comenzado. Pero algo me hizo buscar saber más al respecto. Entonces busqué un video suyo invitando a la vigilia.
Yo estaba mal. Muy mal. No había perdido el temor a Dios y a Sus cosas, pero tenía el corazón lleno de dudas. Eran tantas que cuando buscaba, solo lograba pensar en ellas: “¿Será que Dios todavía está conmigo?” “¿Será que él aún me oye?” ¿Será, será, será…?”
Quería ponerle fin a esas dudas, pero en esa tentativa solo surgían nuevas dudas. Fue una pesadilla que viví durante mucho tiempo – más o menos unos 10 años. Siempre estaba entre altos y bajos. En un momento estaba con la fe en alta, en otro con la fe en baja. Y así pasaba el tiempo.
No entendía. Siempre fui tan sincera y siempre estaba luchando para levantarme, y cuando pensaba “ahora va”, y todo iba sí, pero al desagüe.
¡TENÍA NOMBRE DE QUE ESTABA VIVA, PERO ESTABA MUERTA! Muerta por mis dudas y pensamientos malos, por mis malos ojos. Nadie jamás lo supo, pero Dios lo sabía, yo lo sabía, y el diablo, que lanzaba sus malos pensamientos. También sabía lo que alimentaba dentro de mí, finalmente eran sus semillas.
Aquella invitación para la vigilia, con la propuesta de nacer del vientre de mi madre de nuevo, me hizo ver que era eso lo que necesitaba. Era lo que esperaba después de tantas oraciones.
Lo gracioso, o mejor dicho, lo triste, era que todas las vigilias tenían una propuesta diferente que resultaría en la misma cosa: el renuevo y el nuevo nacimiento, pero yo NO ESTABA INTERESADA. La respuesta de todas mis oraciones y de mis clamores eran las vigilias y las reuniones marcadas, pero yo NO ESTABA INTERESADA . Pensaba que no había más salida para mí. Incluso estando en la Obra, de uniforme y todo. Estaba descreída de mí misma y de mi capacidad.
Aquella noche yo estaba con una sed tan grande, y todo porque la alimenté durante casi un mes, esperando ansiosamente por aquella noche.
Preparé mi ropa blanca la misma semana que supe sobre la vigilia, oré todos los días con ella, y salí de casa con un propósito dentro de mí: ¡Hoy es mi día! No salgo de allá de la misma manera, ¡eso no lo acepto!
Cuando usted dijo “¡Buenas noches!” eso para mí fue como sumergirme en la fuente de las aguas después de 40 días y noches de desierto, ¡muriendo de sed! Pero todavía no era el comienzo de la vigilia, ¡tenía que esperar un poquito más. “¡Ah! ¡¡¡Todavía tendré que esperar más!!!” Este fue mi pensamiento.
Cuando la vigilia realmente comenzó, yo miraba la pantalla como si fuera a comérmelo, jejeje. Ni pestañeaba. No quería perderme nada, ni siquiera a causa de pestañear. Y usted fue alimentándome, cada palabra, cada comparación de nuestra vida con el Templo y de cómo hoy había una placa en mi vida de que DOS VIVIÓ EN ESTE LUGAR. Cuando usted dijo eso, mis ojos se llenaron de lágrimas. ¿Cómo había podido llegar a esa situación? Simplemente porque yo no había cuidado el “templo”. No lo había limpiado, no había mantenido el candelabro encendido, ni había llenado de aceite mi lámpara. Y el aceite sobre mi cabeza, de tanto tiempo que había pasado, se había secado. ¡Cuánto dolor! Mis vestiduras, de tan manchadas, no se sabía de qué color eran.
Pero ese era el fin de todo eso, estaba determinada a hacer algo al respecto, por eso mantuve en mi interior la expectativa.
Cuando usted terminó de alimentarme con la Palabra, era hora de vaciarme. Y fue eso lo que hice. Dejé en ese pedazo de tela todo lo que un día me había separado de Dios. Y lloré, lloré tanto que no podía ni hablar. Hasta el domingo mis ojos estaban hinchados todavía. Mis lágrimas serían mis palabras. ¡Y lo fueron! Cuando me levanté bien despacio (ni puedo acordarme que mis ojos se llenan de nuevo, ¡qué gozo en el alma!) fue para una nueva vida con Dios. ¡Desde aquel día pido para que Dios me ayude a no perder nunca lo que recibí aquella madrugada! Estoy de nuevo con el templo de pie, limpio, con el incienso quemando, el candelabro encendido y la lámpara llena de aceite. ¡Tengo que tener el mayor cuidado para no derramar mi aceite tan precioso! Jeje.
Y el amor por las almas es como el amor por mi Señor. Ya comencé el domingo a cuidar las ovejas de mi Señor en la iglesia. ¡Cuántas personas sufridas existen en medio de las personas que frecuentan la iglesia!
Disculpe por la extensión de la carta, pero pensé que usted debería saber lo que hizo por mí. Nunca jamás podé agradecerle, pero también sé que, para usted, el mayor agradecimiento y recompensa es saber que me ayudó. Yo era una oveja descarriada de la Casa de Israel. Una dracma perdida que fue hallada por usted y por mi Señor Jesús.
Querría poder abrazarlo como a un padre. Haré eso siempre que me acuerde de usted en mis oraciones.
Gracias.