Marcelo Fernandes de 54 años, relata una situación inesperada y dolorosa en su vida: “después de ir al baño, me encontré con una situación alarmante, ya que la taza del inodoro estaba llena de sangre. Busqué ayuda médica y fui sometido a una serie de exámenes minuciosos. El diagnóstico fue grave: cáncer de intestino y cada día que pasaba, mi salud empeoraba. Me sometí a numerosas sesiones de quimioterapia, no podía comer y mi cuerpo estaba debilitado a punto de entrar en estado vegetativo”.
Esperanza en medio del caos
Durante ese calvario, la esposa de Marcelo participaba de las reuniones de los martes en la iglesia Universal. Lo ungía con el aceite bendito y le transmitía los mensajes que escuchaba en las reuniones. “Durante los períodos de soledad en el hospital, permanecí en constantes oraciones. Sabía que el Altar nunca me abandonaría”.
Erradicación del cáncer
Marcelo dice que su camino hacia la sanidad fue un proceso impulsado por la Fe y la paciencia. “El camino fue arduo y doloroso. Mi vida ha sido transformada y hoy estoy aquí para exaltar el Nombre de Dios”, asegura. Su lucha contra el cáncer duró dos años y se sometió a repetidas pruebas, pero ninguna mostró la presencia de células cancerosas. “Seguí las pautas médicas, pero la fe y la perseverancia resultaron poderosas”.