“Una mujer de Samaria vino a sacar agua, y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. Entonces la mujer samaritana le dijo: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Porque los judíos no tienen tratos con lo samaritanos.” (San Juan 4:7-9).
Aquella mujer no se había dado cuenta que era Jesús, aquel que hacia milagros extraordinarios quien estaba delante de ella, sin embargo Él sabía muy bien quien era aquella mujer.
“Respondió Jesús y le dijo: Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva. Ella le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva?” (San Juan 4:10-11).
Jesús estaba probando a la mujer, para ver si ella estaba dispuesta a sacrificarse para darle de beber, Él sabía que el pozo era hondo y que ella tendría dificultades para servirle aquella agua.
“Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla.” (San Juan 4:12-14).
Cuando la mujer samaritana fue al pozo en búsqueda de agua para matar su sed física, Jesús le mostró que más importante que tener un compañero era tener el Agua de la Vida.
“Ve, llama a tu marido y ven acá. Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: “No tengo marido”, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad. La mujer le dijo: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.” (San Juan 4:16-21)
A veces, el deseo de una persona hace que la misma se ciegue.
Esa Agua Viva, representa el Espíritu Santo dentro de su interior. Pero para beber de aquella agua, tiene que sacrificar su propio “yo” para poder recibirlo.
Amigo lector, recuerde que el pozo es Hondo, y sin sacrificio es imposible lograrlo.