Era una joven que no tenía límites porque vivía una vida toxica en todas las áreas de mi vida. Desde pequeña sentía un vacío en mi interior y por eso siempre quería mi propia independencia. A los 15 años me fui de la casa de mi madre y fue en ese momento que caí en el mundo de las drogas y del alcohol.
“Usé metanfetamina, cocaína, éxtasis y todo en búsqueda de una escapatoria para olvidar lo que me estaba pasando, no era feliz, por eso empecé a vivir una vida promiscua. Así viví por años, decepcionada de la vida, de mi familia y de mi misma.”
Todo cambió cuando conocí el trabajo de la Iglesia Universal. Aquí fue donde me enseñaron a usar la fe para solucionar todos mis problemas. Ahora estoy libre de todas las adicciones, tengo el Espíritu Santo, Él ha llenado ese vacío que había en mi y me he dado cuenta que sin Su presencia nunca hubiera llegado a vencer todos los obstáculos que he tenido que enfrentar en mi vida. Gracias a la Presencia de Dios, hoy tengo paz, alegría y la tranquilidad que nunca había sentido