Un proyecto de la Universidad de Harvard (EUA) se propuso a analizar 15 años de investigación realizada sobre las comidas en familia. De acuerdo con los investigadores, los beneficios van desde crear vínculos de amistad hasta prevenir la obesidad hasta la edad adulta.
“Muchos factores están por detrás de eso, pero gran parte de esos beneficios se deben a los lazos creados durante las comidas”, explicó la directora ejecutiva del proyecto Lynn Barendsen a la BBC News.
De acuerdo con ella, “ese es un momento para crear tradiciones familiares, de aprovechar la compañía mutua y de simplemente estar juntos”.
Uno de los beneficios destacados es la alimentación más saludable. Tanto los padres como los niños tienden a ingerir más frutas, legumbres, verduras mientras hacen comidas en familia. Con esto, las enfermedades como la obesidad son evitadas. Evidentemente, los buenos hábitos alimenticios tienden a mantenerse hasta la edad adulta.
Las comidas en familia también ayudan en las calificaciones
Barendsen recomienda que, durante las comidas, las familias abordan ligeros temas para conversar. En esos momentos es bueno evitar exigencias como las notas de la escuela. En cambio, dialogar sobre los intereses de cada uno ampliará el vocabulario y el raciocinio de los niños.
En consecuencia, las calificaciones escolares mejoran, así como la capacidad de lectura y de toma de decisiones.
“Si la conversación es algo ligera, los estimulará a expresar sus puntos de vista, a aprender a respetar opiniones ajenas y a desarrollar más el vocabulario, como si los padres estuvieran leyendo con ellos”, afirma la investigadora.
Cuando la familia está ausente, el mal se hace presente
El su blog personal, el escritor Renato Cardoso, autor del libro Matrimonio Blindado, resalta que “una de las grandes víctimas de la vida agitada que vivimos hoy es la familia”.
Esto es porque cada miembro de la familia se dedica a sus propias actividades, despreciando la convivencia. “Normalmente, lo que sucede es que intentamos encajarlas entre o durante las demás actividades. Es decir, atención parcial y dividida”, explica.
El estudio de Harvard comprueba este hecho demostrando que los adolescentes y niños que no participan en las comidas familiares son más propensos a experimentar drogas y, consecuentemente, la dependencia química.
La depresión también es un mal que se establece cuando las comidas familiares son escasas. Esto es porque, cuando el joven tiene una gran convivencia con los padres, crea vínculos de amistad y confianza, permitiendo que se expresen sobre sus problemas. Al sentir que tienen ayuda para superar obstáculos, los jóvenes no se dejan derribar.
“Con la rutina que las familias llevan, no es de asustarse que los problemas matrimoniales, padres e hijos, hermanos y hermanas se instalen dentro de sus hogares. Cuando menos nos damos cuenta, estamos viviendo con extraños en casa. Se presenta la falta de sincronía. Uno no sabe mucho sobre el otro. El marido se está desconectando de la esposa. Los padres no saben lo que pasa con los hijos. Y la casa se convierte en un hotel”, afirma Renato.
Así, él orienta que, con urgencia, se haga tiempo para la familia. En una semana cada persona tiene 21 comidas principales. Si en algunas de ellas las personas están juntas y se dedican atención mutua, las familias se fortalecerán.
“Es una inversión que traerá mucha retroalimentación. Experiméntela”, concluyó el escritor.