Nadie está inmune a los problemas; ya sea un gasto imprevisto, una enfermedad, un accidente que deja secuelas, una mala noticia, un conflicto familiar, una situación desagradable en el trabajo o una persona que insiste en quitarle su paz, etc.
La elección es suya
Cómo citado en el libro de Salmos 20:7, hay quienes prefieren confiar en “carros y en caballos”, o sea, esperar que los problemas se resuelvan con dinero, posición, belleza, carrera, conocimiento o cualquier otra cosa que le de confianza.
Mientras tanto también existe quien elige “curvarse”, siendo pasivo, sujetándose a la situación y colocándose como víctima al creer que necesita convivir con los problemas, sin nunca ver el poder de Dios en su vida. Todos los problemas que vivimos aparentemente, pueden parecer grandes, pero no lo son, pues Quien está en nosotros es más Grande. Usar la fe es enfrentar la situación con la cabeza erguida.
No sirve de nada huir
Para quien no quiera enfrentar problemas, aunque eso signifique crecer y mostrar a Dios en su vida; ciertamente esa persona que no quiere enfrentar problemas, nunca tendrá testimonio.
Acepte que los problemas vendrán y reaccione, haciendo su parte y mostrando su fe, así Dios podrá hacer lo que no está a su alcance y usar esta situación para que testifique Su poder y grandeza.