Nadie puede negar los beneficios que el Internet ha traído a todos. A través de él es posible realizar compras, transferencias bancarias, asistir a clases, etc…
Los hombres, en general, también están inmersos en este contexto; sus vidas y relaciones también están influenciadas por este entorno. No estamos hablando aquí de aquellos que trabajan con internet y cuyos resultados profesionales se basan en estos indicadores. No. Hablamos de hombres que sienten la necesidad de que todo lo que publican sea comentado, para bien o para mal, sin tener una finalidad definida, más que la de exponer lo que piensan y hacen, muchas veces sin criterio alguno.
Por inocente que parezca cualquier publicación, dependiendo de lo que se haya dicho o mostrado, un video o una foto pueden revelar los lugares que frecuenta, dónde vive, entre otras cosas. En el fondo les falta un mayor contacto con Dios para entender que la vida es mucho más de lo que se ve en las redes. La ansiada felicidad y paz no son virtuales, aunque muchos alardean de que existe otra vida en el metaverso, un mundo virtual que intenta replicar la realidad a través de los dispositivos digitales. No. La verdadera vida está a lado de Dios, algo que depende sólo de una verdadera entrega espiritual que se realiza en el Altar.
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Si te das cuenta de que estás en este conflicto entre la vida real y la virtual, da un paso hacia Dios. Él acabará con este problema.