Todas las relaciones que tenemos a lo largo de nuestra vida requieren de inversión – tiempo, cuidado, atención, etc – incluso la relación que tiene con usted misma.
Cuando yo me desconozco, no me entiendo, no me autoanalizo; y también será complicado que las personas de mi entorno lo hagan (vea aquí lo interesante que es).
Cuánto más me dispongo a conocerme, más transparente seré para los demás, y consecuentemente mis relaciones serán más verdaderas y consistentes.
Pero, eso no sucederá de una sola vez. Es necesario cambiar la manera de pensar si usted quiere ver una transformación sino se terminará conformando con la primera señal de mejora.
El problema es que cuando miramos para las reacciones negativas de un hijo, marido, amiga, etc, lo que hacemos es quedar lamentándonos y fantaseando con lo que nos gustaría que fuesen. Somos capaces, incluso, de crear mentalmente una nueva identidad para ellos y cuando no concuerda, nos frustramos.
Esta semana, escuchaba de algunas madres frases como:
Todas las veces que planeo hacer algo especial para mi hijo, él hace alguna otra cosa.
Quiero ser amiga, pero mi hija me ignora.
Siempre que intento acercarme, ella se cierra en su mundo.
¿Cuántas veces tengo que repetir lo mismo para que él me obedezca?
Encontré una conversación entre ella y las amigas en la que dice que me odia. Estoy herida, no sé más que hacer.
¿Logra ver algo común en común en todas estas quejas? Sí, yo las vi. Siempre están unidas a una necesidad personal de ser suplida, algo que queremos que suceda de nuestra forma – me incluyo porque una de las frases que aparecen arriba, la dije yo.
Fue ahí que vi la necesidad de renovar mi manera de pensar, de otra manera, no habría un resultado diferente. Cuando hacemos eso, surgen nuevas estrategias, usted analiza el otro lado, entiende a la otra persona y ella percibirá su cambio; y dará también un paso para cambiar de actitud.
Concluyendo sobre lo que escribí la semana pasada sobre “dar en la tecla justa”: no “sazonemos” a las personas para nosotros, según nuestro gusto personal.
En el caso de los padres, todo lo que hacemos es una referencia, y si vivimos por la fe, todo lo que haremos será para llevarlos hacia el Altar, lugar de sacrificio. Allí será dónde nacerán otra vez, no de nuestra manera ni como fantaseamos, sino que nacerán de Dios.
¿Puede pensar en algo más que usted desee para su hijo?
Fuente: Blog de Cristiane Cardoso