La Palabra de Dios contiene la esencia de su Espíritu, para que el ser humano pueda saber cómo conducir su vida en este mundo, cómo hacer elecciones y cómo proyectar su futuro. Sólo el Espíritu Santo es capaz de hacer eso notablemente en la vida de cada uno. Sin embargo, muchas personas infelizmente, no están preocupadas con la Voluntad de Dios, pero en satisfacer sus deseos y caprichos.
Así, cuando van a la Iglesia, parecen delante de Dios, niños que piden golosinas y regalos. Las personas actualmente van hasta Dios desesperadas por las soluciones de sus problemas. Ellas no perciben que están corriendo “atrás del viento” y que, en realidad, deberían usar la inteligencia y la fe, pensando cómo Dios piensa, pues sólo así ellas se convertirán en victoriosas.
Quien quiere, entonces, alcanzar algo de Dios, necesita apegarse a la Palabra de Él. Hay personas que quieren el Espíritu Santo, sólo que no para ser conducidas por Él y tener un carácter conforme al de Dios, sino para decir a las otras que lo tienen y que hablan en lenguas extrañas.
Esas son enfocadas en las bendiciones y no en el Bendecidor. Ellas salen de la Iglesia de la misma forma que entraron, siendo las mismas criaturas, solo saben pedir cosas, pero no el Espíritu Santo, que es infinitamente mayor que todo. De esa forma, no lo reciben, porque no convencieron a Dios que realmente lo quieren, pues el pedido de ellas es de la boca hacia afuera, sin sinceridad.
Eso quiere decir, entonces, que si usted realmente no convence a Dios, que lo quiere, con su propia alma y espíritu. Él no va a derramar su Espíritu en usted. Antes de culpar a Dios, la Iglesia o las personas, evalúe cómo ha hecho su pedido, porque cuando la persona va para el “todo o nada” en el Altar de Dios, ella le prueba que realmente lo quiere y, así, lo recibe. Usted sólo lo recibirá, si lo convence, por lo tanto, coloque su sangre y fuerza para convencerlo de ese deseo.