¿Por qué buscáis entre los muertos a quien vive?
Esa fue la pregunta de los ángeles para aquellas mujeres que, en la madrugada, salían rumbo al sepulcro, donde el cuerpo de Jesús había sido colocado. Seguramente era un sábado de angustia, incertidumbre, temores, pero siguiendo la tradición, ellas esperaron para entrar en el primer día de la semana. No había iluminación en las carreteras pavimentadas, y sabían que los guardias romanos custodiaban la tumba. Ninguno de esos argumentos fue suficiente para hacerlas desistir de llegar a aquel lugar.
No fueron con las manos vacías, habían preparado perfumes de bálsamos, algo muy valioso en aquella época. Fue la última oferta, allí estaba todo lo que podían ofrecer sus manos, no había nada más que hacer.
Al encontrarse con aquellos ángeles, bajaron sus ojos al suelo, mientras escuchaban, ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
Todas las palabras que oímos, la falta de respeto, gestos que hieren, actitudes rebeldes, el descuido, el aspecto insurgente, mala compañía, las adicciones, la apatía, la falta de propósito en la vida – todas esas aparentes muertes, esas señales que esos hijos, maridos, ese familiar que lleva la marca de ser la oveja negra es justamente para que usted baje sus ojos y siga buscando entre los muertos, en el sepulcro de este mundo, para que este llorando como una Magdalena, usted puede comprobar en Lucas 24, él no se quedo en la casa lamentando.
El mensaje es claro – mientras usted se quede mirando hacia la muerte, no conseguirá ver la vida. Es usted quien decide que es lo que va a escuchar, ver, y cómo va a actuar. Usted puede levantar los ojos y traer todas estas escenas y actitudes. Elija escuchar la Palabra, elija la Fe, y cada una de las promesas que es imposible que no se cumplan, cuando usted cree.
Cuando aquellas mujeres hicieron eso, inmediatamente se acordaron de Sus Palabras – y fueron las primeras en ver y tocar a Jesús, en aquel domingo de resurrección.