Allá en el Jardín del Edén, Adán y Eva no quisieron sacrificar (obedecer la voz de Dios) y perdieron el paraíso. “…maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.” (Génesis 3:17) Así ha sido la vida de todos los que desobedecen.
En cambio, Abraham sacrificó (obedeció la voz de Dios) y vivió en el paraíso aquí en la tierra. Disfrutó de vida plena y murió en buena vejez, lleno de días. Y en la eternidad, el “seno de Abraham” fue considerado el propio paraíso. (Lucas 16:22)
La fe abrahámica muestra que usted no necesita esperar llegar a la eternidad para vivir en el paraíso. El paraíso puede comenzar aquí. Mas hay un precio para entrar y permanecer en él: su obediencia.
Hemos visto eso acontecer en la vida de los que han seguido esa fe. Personas que vivían en un verdadero infierno, hoy disfrutan de una vida paradisiaca aquí en la tierra. Desde su interior hasta su exterior, viven en un pedacito del cielo. Jesús dice:
“Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.” (Apocalip sis 2:7)
Note que el acceso al paraíso es para los vencedores – aquellos que vencen a sí mismo, sus sentimientos, sus voluntades, las opiniones ajenas y al mundo, a través de su entrega total en el altar.
Sí, cuando la persona coloca toda la vida en el altar, ella se coloca en medio del paraíso. Ella trae el paraíso para la vida de ella. El altar es la entrada al paraíso. Y a partir de ahí, ella vence la dolencia, la pobreza, la depresión, los adversarios, el viejo “YO” – todo lo que viene en contra de ella. “Al que venciere, daré a comer del maná escondido…” (Apocalipsis 2:17)
Allá en el desierto, en el tiempo de Moisés, el maná fue dado apara todo el pueblo. Hasta los incrédulos comieron. Pero el “maná escondido” es sólo para los que se dan, se entregan, sacrifican todo por la fe que tienen – padre, madre, proyectos personales, enamoramiento, etc. Ese maná no es para los incrédulos. Él es el paraíso, un pedazo del cielo para usted, comenzando aquí y ahora, en esta vida.
¿Usted considera su vida hoy un paraíso?
Si su respuesta es no, cambie el infierno por el paraíso en el altar de Dios.